Valerian: 50 años a través del espacio-tiempo
El estreno de Valérian: la Ciudad de los Mil Planetas (2017) supone uno de los acontecimientos cinematográficos del verano. Para el espectador casual la superproducción cinematográfica más cara de la historia de Europa seguramente viene precedida por el buen recuerdo que su principal responsable, el director y guionista galo Luc Besson, dejó veinte años atrás con El Quinto Elemento (1997). Pero si con aquella Besson rendía un homenaje al cómic francés de ciencia-ficción, en esta ocasión adapta directamente uno de sus títulos señeros, coincidiendo con el 50º aniversario de la creación del mismo.
Valérian: Agente Espacio-Temporal nació en 1967 fruto de la unión del guionista Pierre Christin y el dibujante Jean-Claude Meziéres. A petición Rene Goscinny, editor jefe de Pilote, que buscaba nuevas propuestas para la popular revista, ambos autores presentaron una serie de ciencia-ficción. Un género menos frecuente en el cómic europeo en una época donde, salvo puntuales excepciones como la Barbarella de Jean-Claude Forest, el mismo parecía orientarse principalmente a modelos narrativos realistas como el western o el bélico.
Tomando como referencia la obra de escritores como Isaac Asimov, Poul Anderson o Jack Vance, ambos autores crearon un lejano universo ambientado en el siglo XXVIII donde la humanidad domina los viajes tanto en el tiempo como en el espacio y se ha extendido por el cosmos, formando un poderoso imperio galáctico donde conviven numerosas razas alienígenas. Valérian es un joven miembro del Servicio Espacio Temporal, organismo dedicado a mantener el orden viajando a través del tiempo y el espacio para impedir posibles paradojas y manipulaciones que trastoquen la historia. Junto a Laureline, una muchacha originaria de la Tierra del siglo XI a la que conoce en su primera aventura y que termina convirtiéndose en su compañera, el dúo protagonizará historias que les llevaran por mundos y épocas donde la imaginación de sus autores parecía el único límite.
Pese al tono claramente fantástico y escapista de la premisa, Christin y Méziéres supieron dar una mayor enjundia a la serie gracias en buena parte a su tratamiento de los personajes. La relación entre los citados Valérian y Laureline supuso casi desde el inicio uno de los pilares fundamentales de las tramas, dotando a ambos de igual importancia a medida que avanzaban las historias. Los continuos roces en su relación personal y sentimental, sus frecuentes diferencias de opinión sobre la moralidad de sus acciones y el fuerte carácter de ambos generaron una atractiva química que rompía con los tópicos más rancios, especialmente a la hora de retratar a personajes femeninos. Asimismo, los guiones de Christin incluían frecuentes dosis de crítica social, política y económica en el trasfondo de sus argumentos y convenientemente disfrazada bajo los ropajes de la ciencia-ficción.
Así, El País Sin Estrella hablaba de la discriminación sexual mediante la llegada de los protagonistas a un planeta destruido por la guerra entre sus habitantes masculinos y femeninos. Bienvenidos a Alflolol suponía una crítica apenas velada al colonialismo de los países desarrollados sobre el Tercer Mundo. La contaminación nuclear, la corrupción de los organismos políticos, el corporativismo o el dilema moral sobre las implicaciones de alterar la historia a conveniencia –con el tiempo los autores acabaron viéndose obligados a alterar la propia trama de la serie debido a las paradojas creadas por los protagonistas- son algunos de los temas deslizados por las historias, enriqueciendo el entretenimiento de las mismas y prefigurando posteriores obras -ya abiertamente críticas- del guionista junto a Enki Bilal.
Por su parte, el apartado gráfico supone un verdadero recital por parte de Mézières, quien desde las primeras historias demostraba tener un talento fuera de serie a la hora de visualizar los mundos escritos por Christin y todo cuanto contenían. Desde la futurista y superpoblada ciudad de Galaxity -capital del imperio terrestre- a la Francia medieval, pasando por la Nueva York de los años 80 y los variopintos y extraños mundos alienígenas, todos los paisajes, edificios y habitantes de dichos escenarios están plasmados con un nivel de variedad y detalle que parece no tener fin, estableciendo un nuevo referente a la hora de visualizar la space opera y sus elementos definitorios.
Publicada de forma seriada en Pilote hasta mediados de los 80 para luego ser editada directamente en formato álbum, en 2010 Christin y Mézières pusieron punto y final a su obra más famosa e influyente con la publicación de El Abretiempo, vigesimoprimer álbum de la serie que culminaba esta con una inesperada vuelta de tuerca a los personajes mediante una (otra) paradoja temporal. Título capital del cómic francobelga, Valérian supuso el acicate definitivo para el despegue de la ciencia ficción europea en viñetas, plantando una semilla de la que germinarían cabeceras como la emblemática Metal Hurlant y títulos como El Incal o La Casta de los Metabarones. Una influencia extensible a medios como el cine y la televisión en obras tan reconocibles como Star Wars, Star Trek o la citada El Quinto Elemento -no en vano esta última contaría con diseños del propio Mézières-.
Publicada inicialmente por Grijalbo a principios de los años ochenta, en España hubo que esperar a la década del 2000, con la publicación en siete volúmenes integrales por parte de Norma Editorial, para ver una edición íntegra y a la altura del material. Resulta gracioso ver como, a raíz de la adaptación firmada por Besson, muchos se han lanzado a señalar posibles influencias como la saga de videojuegos Mass Effect. Craso error: una rápida visita a las librerías les demostrará como medio siglo antes Valérian ya lo hizo primero. Una sentencia aplicable a muchas otras comparaciones. Demasiadas para contarlas.
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