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Levantando el universo DC cinematográfico (II): Crisis en versiones infinitas

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 02/09/2017

Hace algún tiempo especulábamos aquí mismo sobre el ambicioso proyecto de Warner de poner en marcha un universo cinematográfico basado en los cómics de DC. Un repaso donde dábamos cuenta de cómo sus ambiciones creativas parecían chocar con los resultados obtenidos, debido principalmente a la falta de una figura que sirviese tanto de fuerza unificadora como de guía en el trasvase entre viñetas y pantalla. Una propuesta ideal acabó materializándose con el más que previsible nombramiento de Geoff Johns como encargado de tomar las riendas.


Iniciado con El Hombre de Acero (2013), el DC Extended Universe (DCEU) tuvo su primer encontronazo con la polémica recepción de la ambiciosa Batman v Superman (2015), que dejó a la crítica dividida y rindió en taquilla por debajo de unas por otra parte excesivamente infladas expectativas creadas en torno al film. Si el encuentro entre el Hombre de Acero y el nuevo Batman cinematográfico fue un ligero traspiés en el gran esquema, Escuadrón Suicida (2016) supuso directamente una debacle, consecuencia de una producción caótica que buscaba minimizar riesgos a costa de la integridad creativa del proyecto. La entrada efectiva de Johns empezó a notarse con Wonder Woman (2017), film cuyas formas más clásicas aportaron una solidez que finalmente obtuvo el beneplácito generalizado de crítica y público que tanto parecía resistirse. Las declaraciones de Zack Snyder sobre el tono de la Liga de la Justicia (2017), futura piedra de toque de la macrofranquicia, parecían confirmar que finalmente el DCEU había encontrado su voz y todo quedaba perfectamente encarrilado de cara al futuro.


Pero en las últimas semanas una sucesión de noticias han vuelto a sacudir el avispero. El inesperado abandono de Zack Snyder, motivado por repentinas y desgraciadas circunstancias personales, dejaba la post-producción de la Liga de la Justicia en manos de Joss Whedon. Un reemplazo explicado como una simple interinidad de cara a mantener la fecha de estreno prevista. O al menos hasta que empezaron a surgir informaciones sobre reescrituras de guión y rodaje de escenas adicionales que implicarían cambios substanciales más allá del plano puramente técnico. Casi al mismo tiempo, Ben Affleck se desentendía de las labores tras la cámara de la próxima aventura en solitario del nuevo Batman, siendo sustituido por un Matt Reeves que parece haber desechado el guión manejado por de su predecesor en favor de un nuevo enfoque.



Pero si dichos cambios parecen una consecuencia lógica del reajuste provocado por la gradual transición de poder entre Snyder y Johns, el anuncio de un proyecto sobre los orígenes del Joker, dirigido por Todd Phillips y producido nada menos que por Martin Scorsese, hace añicos el propio concepto del DCEU. No por romper el tono del resto de films –esta nueva versión se anuncia como un thriller criminal ambientado en los ochenta-, sino porque se publicita como una historia completamente independiente, sin vínculos con la franquicia del DCEU y protagonizado por un nuevo interprete. Recordemos que el DCEU ya tiene en activo su propia versión del villano encarnada por Jared Leto y asociada a otros dos proyectos ya confirmados –Escuadrón Suicida 2 y un film protagonizado junto a Harley Quinn-. Es más: esta nueva recreación del payaso criminal se presenta como la primera de un nuevo sello cinematográfico dedicado a crear producciones independientes sobre sus personajes más icónicos. Un enfoque que recuerda al de propia división animada de Warner y sus films directos al mercado domestico.


De cumplirse semejante órdago, en los próximos años el espectador podría encontrar distintas versiones en imagen real de varios personajes funcionando en paralelo y sin solución de continuidad. Y, al mismo tiempo, tener películas basadas en esos mismos personajes que establecen conexiones argumentales que propicien una visión compartida con otros films. Una concepción esquizofrénica cuyo potencial para la creatividad rivaliza con su capacidad para la generar confusión y agotamiento en el público. Y si bien el fan más acérrimo y completista podría llegar a disfrutar de lo que parece el equivalente fílmico a los Elseworlds, es más que posible que las audiencias mayoritarias, ajenas al cómic como medio, queden saturadas y/o alienadas ante una complejidad forzada.


Una complejidad idéntica a la que tres décadas atrás obligó a DC a reconstruir su propio universo editorial con la publicación de Crisis en Tierras Infinitas, liberándose así de la pesada losa que suponía una continuidad tan plagada de versiones paralelas y contradictorias que ni sus propios autores llegaban a comprenderla del todo. Desde ese punto de vista que la proyectada película de Flash tome su titulo de una historia como Flashpoint -con sus mundos alternativos y cambios múltiples en la continuidad- puede ser tanto una solución integradora como la gota que acabe colmando el vaso.


Inestabilidad creativa, falta de unidad conceptual, planificación contradictoria, caos y pandemonio… A priori y visto desde fuera la DC cinematográfica parece haber entrado en un inestable y peligroso periodo que amenaza con hundir el edificio por su propio peso y, de paso, llevarse consigo al resto de cine superheroico. Vista la velocidad con la que cambian las tornas de este asunto posiblemente la situación aquí descrita vuelva a cambiar tras el estreno del film sobre la JLA. Pero… ¿Para mejor o para peor? En la tradición de los cómics, por ahora solo podemos decir aquello de “Continuará…”


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