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Spawn: El regreso del engendro infernal

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 09/09/2017

Coincidiendo con el 25º Aniversario de su creación, Planeta Cómics retoma la publicación de Spawn, creación del siempre polémico Todd McFarlane que, reediciones aparte, llevaba ausente de las librerías españolas casi una década. Un panorama escueto prácticamente opuesto al que tuvo la serie en sus inicios con su condición de fenómeno editorial en una época y circunstancias actualmente irrepetibles.


Una de las puntas de lanza de la recién creada Image Comics, Spawn suponía el proyecto más personal y ambicioso de su creador Todd McFarlane, que junto a socios editoriales aprovechaba así su estatus de dibujante estrella para retar a los gigantes de la industria en su propio juego. Tomando un personaje diseñado durante su adolescencia antes de dedicarse profesionalmente al cómic, McFarlane presentaba la historia de Al Simmons, un marine involucrado en operaciones secretas que era asesinado y enviado al infierno. Tras hacer un pacto con el señor del averno Malebolgia, Simmons retornaba a la vida esperando reunirse con su esposa Wanda. Pero lo hacía terriblemente desfigurado, dotado de unos poderes cuyo uso acortaba su tiempo en la Tierra y cinco años después de su muerte, con su esposa felizmente casada con otro hombre y madre de una niña. Atormentado y viviendo en un callejón como un vagabundo, Simmons acababa convirtiéndose a su pesar en una pieza crucial en la guerra eterna en el cielo y el infierno mientras intentaba enmendar su propio pasado como asesino del gobierno.


Personajes como su antiguo y corrupto jefe Jason Wynn, el demonio Violator, los agentes de policía Sam Burke y Twitch Williams, el misterioso vagabundo Cogliostro o la cazadora celestial Ángela eran algunos de los secundarios que se cruzaban en su camino durante aventuras que mezclaban ingredientes del género fantástico y el thriller policial, unidos con elementos propios del cómic de superhéroes e ingentes dosis de acción plasmadas por su autor con la espectacularidad desmedida y la estética impactante que le habían dado fama. Un impacto visual que si bien pecaba de ciertas deficiencias narrativas suponía una explosión visual amplificada aún más si cabe por el coloreado digital y el uso de papel satinado, elementos insólitos en un comic book de grapa por aquel entonces. Casi tanto como el hecho de que su principal protagonista fuese de raza negra.


Asumiendo también labores de guión, McFarlane trató de dar a la serie un estilo rompedor y provocativo que fuese más allá de lo permitido por Marvel y DC. Así, además de unas escenas de violencia mucho más explícitas, sus historias incluían sin tapujos temáticas como el abuso infantil, la discriminación económica, el racismo o la corrupción política, si bien su autor carecía de la habilidad literaria necesaria para que el resultado estuviese completamente a la altura de sus intenciones. Quizá consciente de ello durante su segundo año McFarlane tiró de contactos y chequera para que guionistas como Alan Moore –en su regreso al cómic mainstream-, Neil Gaiman –con el que acabó enzarzado en una larga disputa legal-, Frank Miller o Grant Morrison colaborasen en varias entregas que expandían los personajes y escenarios de su peculiar mundo.


El enorme éxito de ventas de la serie –casi dos millones de ejemplares del #1 y una presencia continua en el Top 10 de ventas mensuales- llevó a que, como sucedía con sus compañeros de editorial, McFarlane decidiese expandir su creación. Pero a diferencia de ellos decidió mimar su criatura, asegurando un ritmo fijo de publicación regular y limitando las nuevas cabeceras a proyectos concretos de duración limitada que pudiese supervisar personalmente. Asimismo, cuando sus crecientes compromisos empresariales –figuras articuladas, videojuegos, una serie de animación y una película en imagen real entre otros productos relacionados con el personaje- empezaron a impedirle cumplir con el cómic, delegó parte del desarrollo del mismo en autores de su plena confianza como los dibujantes Greg Capullo y Ángel Medina o el guionista Brian Holguin.


Hija de su tiempo, Spawn logro sobrevivir al boom de la especulación en los noventa y mantenerse fiel a sus señas de identidad originales. Pero el cambio de gustos en el público unido al ritmo extremadamente moroso de la serie (con tramas que se repetían sin una evolución clara y la sensación de que el argumento avanzaba sin un destino claro) provocó que, con la llegada del nuevo milenio, el interés por la cabecera declinase. Hasta el punto de que spin-offs como la policiaca Sam & Twitch o la cabecera de espada y brujería Spawn: The Dark Ages resultaban más interesantes que la cabecera madre.


Nuevos guionistas -David Hine, Paul Jenkins- y dibujantes -Phillip Tan, Whilce Portaccio o el actual Szymon Kudranski- han seguido reinventando la rueda, añadiendo nuevos personajes -la bruja Nyx, el demonio Mammon, Dios y el Diablo reencarnados en los hijos gemelos de Wanda- y escenarios a la mitología de la serie en tramas que incluyen la muerte de Malebolgia, el rol de Simmons como nuevo monarca del infierno, el apocalipsis bíblico, la creación de un nuevo mundo e incluso la aparición de Jim Downing, un nuevo protagonista que sustituye a Simmons como Spawn. ¿Es capaz la serie de ofrecer algo nuevo a estas alturas? El reciente tomo editado por Planeta, centrado en la etapa más reciente del personaje, contendrá la respuesta.


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