Masacre: Mal Rollo

De vuelta a los noventa

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La nostalgia puede ser un arma de doble filo tan letal como las espadas del protagonista del presente tomo. Releer actualmente los grandes éxitos comerciales del cómic de superhéroes estadounidense de principios de la década de los noventa invita a realizar muecas de desconcierto ante la idea de que un material tan endeble alcanzase cifras de venta tan elevadas como imposibles en la actualidad.

No. El paso del tiempo no le ha hecho ningún favor a aquellos cómics de argumentos finos como el papel de fumar, dibujos de notables carencias narrativas y estéticas y personajes (sobre)musculados e (hiper)armados que parecían más peligrosos que sus propios villanos. Y sin embargo, de un modo difícilmente explicable, aquellas historias (sobre)saturadas de acción trepidante y violencia explícita, poses molonas en ilustraciones que parecían golpear la pagina y personajes extremadamente duros soltando frases lapidarias sin venir a cuento poseían un extraño atractivo traducido en una diversión sin complejos imposible de no apreciar aunque sea inconscientemente.


De todas aquellas las series y autores, posiblemente el X-Force de Rob Liefeld sea la muestra más depurada de aquella fiebre. Un exitoso patrimonio (pese a quien pese) al que el siempre astuto Liefeld se agarra con fuerza, especialmente en el caso de Masacre, personaje secundario diseñado por aquel y convertido actualmente en uno de los protagonistas punteros de la editorial. Poco importa que Liefeld apenas lo dibujase media docena de números antes de abandonar Marvel o que autores posteriores como Fabian Nicieza y Joe Kelly fuesen quienes realmente le dotasen de las características que lo convirtieron en una estrella: si el talento de ROB! como guionista y dibujante es mas que debatible, su sagacidad e inteligencia como empresario son indiscutibles. Así que aprovechando tanto del tirón mediático del personaje como el factor nostalgia, Liefeld resurge con este especial dedicado al Mercenario Bocazas donde recupera el estilo de la época que le vio nacer. Hasta el punto de que podría haberse publicado en la misma.


Ayudado al guión por el dúo Chris Sims & Chad Bowers, Liefeld presenta una historia sobre el enfrentamiento entre Wade Wilson y un indestructible villano que resulta estar relacionado íntimamente con su pasado. Una trama vista antes y mejor que, en realidad, es una mera excusa para enlazar escenas de acción trepidante mientras el autor se da el gusto de recuperar -aunque sea con calzador vía flashback- a personajes como Dominó, Kane, Cable, Sendero de Guerra y Estrella Rota como si el tiempo se hubiese detenido para ellos hace veinticinco años. Una historia de lectura tan rápida como intrascendente donde hasta la verborrea habitual del personaje parece falta de su chispa habitual.


Un balance comprensible ya que es en el dibujo donde reside la verdadera fuerza del tomo. Una fuerza descontrolada con los mismos tics -dientes apretados, viñetas de gran formato, pistolones, estética encuerada- y el mismo desprecio por las normas de la narración -proporciones, perspectivas, fallos de raccord- que antaño. Sin embargo, es justo señalar como Liefeld sabe dotar de mayor potencia a sus lápices aprovechando inteligentemente las posibilidades que le brindan tanto el mayor tamaño de página como las capacidades expresivas del coloreado digital.

Masacre: Mal Rollo hace de su sencillez y honestidad su mayor virtud, convirtiéndose así en una suerte de cápsula del tiempo que reproduce (para bien y para mal), una forma de hacer, leer y entender el cómic de superhéroes que es parte del medio y su historia.