Liga de la Justicia Internacional: Para proteger y carcajear
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En 1987, DC se puso manos a la obra para relanzar sus cómics conforme al tiempo presente. Y el presente era serio y oscuro: Watchmen, El Regreso del Caballero Oscuro, Question, los inicios de la línea Vértigo… Los superhéroes vivían ahora a ras del suelo, sus aventuras eran más siniestras, su acción más explícita… Los cómics ya no eran para niños, sino que mostraban contenidos adultos con poco motivo para la sonrisa. Hasta que alguien tuvo la estúpidamente maravillosa idea de juntar a Keith Giffen, J.M. DeMatteis y Kevin Maguire en la misma cabecera.
En pleno renacimiento del universo DC, una nueva serie de la JLA era inevitable. Presentada durante el crossover Leyendas, la nueva encarnación de la Liga de la Justicia -ya sin el “América” en el título, sustituido a los pocos números por un “Internacional” que reflejase el nuevo estatus del grupo como afiliado a la ONU- partía sin embargo con un importante hándicap: un mandato editorial que impedía utilizar a sus miembros más conocidos, pues la editorial prefería no entorpecer el desarrollo de sus respectivas series en solitario. Así, con la única excepción de Batman, personajes como Superman, Wonder Woman, Flash y Green Lantern quedaban excluidos. Así que los guionistas tendrían que sacar adelante la serie del supergrupo más famoso utilizando personajes de perfil más bajo, como el inevitable Detective Marciano, Shazam, Canario Negro, Blue Beetle, Booster Gold, Dr. Fate o Guy Gardner.
Para otros quizá eso habría sido un problema, pero el dúo formado por Giffen (argumentos) y DeMatteis (diálogos) supo invertir a la situación. Porque con semejante plantel de segundones nadie le iba a poner pegas al enfoque que tenían pensado darle a la serie. Entre adultas revisiones realistas, narraciones experimentales y aventuras épicas, Giffen y DeMatteis se proponían crear la primera comedia de situación superheroica. En la estela de series televisivas como MASH, Cheers o Seinfield, la nueva JLI resultaba ser una pandilla de ineptos caracterizados no tanto por sus poderes y disfraces como por un marcado carácter irónico que provocaba toda clase de situaciones jocosas: el chulo irritable (Gardner), el chistoso bocazas (Beetle), la feminista reivindicativa (Canario), el simplón infantil (Shazam), el ligón fracasado (Booster), el extranjero incrédulo (J´onn J´onzz)… hasta un estoico Batman resultaba cómico gracias al contraste que suponía verle rodeado de semejante grupo. Todos bajo la supervisión de Maxwell Lord, magnate financiero que ve en la gestión del grupo unas oportunidades de negocio que siempre acaban frustradas.
Batman, Canario y Shazam pronto fueron reclamados para otras series. Su hueco sería llenado por el Capitán Atom (cuya disciplina militar choca con el cachondeo reinante), el matrimonio formado por Mr. Miracle y Big Barda (descritos como un calzonazos y una marimandona), la exuberante Fuego y la tímida Hielo, el cascarrabias Oberón o el Green Lantern canino e imán de burlas G´Nort. Argumentos risibles -los problemas de mudanza de la sede original; Booster y Beetle montando un casino; la invasión del cuartel por aliens diminutos-, gags recurrentes -la adicción de J´onn a las galletas Oreo; los fallidos intentos de Booster de ligarse a sus compañeras; las bromas pesadas de Beetle-, villanos ridiculizados –Despero; la dictadora Reina Abeja; el comerciante espacial Manga Khan y su sirviente robot L-Ron; los Extremistas, grupo formado por parodias apenas disimuladas de varios personajes de Marvel- hicieron de la serie todo un éxito. Hasta el punto de dar pie a Liga de la Justicia de Europa, segunda serie regular -inicialmente también escrita por Giffen y DeMatteis antes de pasar el relevo a Gerad Jones y William Messner-Loebs- donde el Capitán Atom se hacía cargo de un grupo residente en París formado por Flash, Power Girl, Animal Man, Red Rocket, el Hombre Elástico y su esposa Sue Dibny.
Pero dicho éxito no radicaba exclusivamente el divertido enfoque de Giffen o en los irónicos diálogos de DeMatteis. El dibujo a cargo de un Kevin Maguire no se quedaba atrás gracias a un superlativo talento para las expresiones corporales y los gags visuales que potenciaba sobremanera el tono de burla del conjunto. Por desgracia, la lentitud de Maguire y sus problemas para ajustarse a las fecha de entrega provocaron que frecuentemente hubiese que recurrir a sustitutos que intentaban mantener ese mismo estilo no siempre con igual fortuna. Unos primerizos Adam Hughes, Darick Robertson o Ty Templeton ilustraron así parte de la serie original mientras que Bart Sears hacia lo propio con la cabecera de la JLE.
Tras cinco años de éxito, sus principales responsables decidieron poner fin a tan peculiar etapa con Rupturas, un extenso crossover entre ambas series que culminó con su despedida en el #60 de la serie original. Tras el mismo, DC optaría por un cambio de enfoque que, tras varios años de escaso interés, retornaría al grupo a primera línea gracias a su reinvención a manos de Grant Morrison. Pero ¿Dónde quedaron el cachondeo, las puyas y los gags? En 2003, el trío Giffen/DeMatteis/Maguire volvería a la carga con la miniserie Antes conocidos como la Liga de la Justicia, demostrando que el paso del tiempo no había hecho mella en su talento humorístico. El éxito propició una secuela –No puedo creerme que no sean la Liga de la Justicia- que se convirtió en involuntario canto del cisne. El evento Crisis Infinita, que trastocó poderosamente a varios integrantes de la JLI (tragedias, cambios de bando, muertes) dejaba poco margen para las bromas. Por suerte, la actual reedición de dicho material por parte de ECC permite recuperar una cabecera entrañable para los más veteranos que, tres décadas después, aún conserva intacta la chispa que la convirtió en algo único.
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