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The Spirit: El cómic que enseñó como hacer comics

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 17/10/2017

En una sincronía tan afortunada como planificada, la publicación del volumen final de Los Archivos de Spirit a manos de Norma Editorial se solapa a la conmemoración del centenario de Will Eisner, su creador y principal autor. Un autor cuya obra suele dividirse a rasgos generales en dos grandes etapas: la iniciada en los cuarenta con la citada serie de entretenimiento popular y la posterior a 1978, donde se alternaban obras unitarias de sofisticado formato y contenido “adulto” (sic) con la publicación de trabajos teóricos sobre el lenguaje narrativo del cómic y sus posibilidades artísticas. Dos facetas de Eisner, la de historietista popular y la de erudito padre de la novela gráfica que algunos parecen no entender que, en realidad, siempre fueron una y la misma.


The Spirit nació en 1940 fruto de un encargo de la agencia de prensa Register & Tribute Syndicate con vistas a explotar el recién descubierto filón de los comicbooks. Por mediación de Quality Comics, el encargo acabó en manos de Will Eisner, un joven y ambicioso artista que con apenas veintitrés años había fundado su propio estudio -Eisner & Iger- y acumulaba experiencia como dibujante para varias editoriales de cómic. Así iniciaría la publicación de Weekly Comic Book, un suplemento dominical de dieciséis páginas publicado en distintos diarios de EE.UU. y para el que Eisner crearía The Spirit, compartiendo inicialmente espacio con personajes como Mr. Mystic y Lady Luck que rápidamente fueron eclipsados en popularidad por la creación de Eisner.


La historia de Denny Colt, un detective dado por muerto a manos de unos criminales y reconvertido en justiciero enmascarado no bebía del pujante género de los superhéroes –el propio Eisner confesaría repetidamente que el antifaz del personaje era un simple un truco comercial para atraer a los lectores del mismo- sino de la literatura pulp tan en boga durante la época, más cercana a la serie negra que a los disfraces de colores chillones y poderes sobrehumanos. Combinando los resortes de la intriga con elementos de humor y rodeado de un eficaz reparto de secundarios que incluía al paternal comisario Dolan, su hija Ellen como interés amoroso de Colt, villanos como el misterioso genio criminal Octopus, la femme fatale P´Gell o el demente Doctor Cobra y compañeros como Ebony White –un personaje muy marcado por los estereotipos raciales de la época que recibiría numerosos reproches en las décadas posteriores-, The Spirit alcanzó un gran éxito durante sus dos primeros años de vida, con Eisner procurando insuflar el mayor dinamismo posible a las siete páginas que formaban cada entrega semanal.


En 1942, la serie se vio interrumpida por la IIª Guerra Mundial y la llamada a filas de su autor. El personaje pasaría entonces por las manos de autores como Jack Cole y Lou Fine, quienes realizaron una labor continuista durante los siguientes tres años hasta que, concluida la contienda, Eisner pudo regresar a la cabecera. Pero ese regreso implicaría un gran cambio. A partir de entonces Eisner pasó a concebir al personaje como un campo de pruebas para las distintas inquietudes creativas que rondaban por su cabeza, exprimiendo al máximo las posibilidades de la narración secuencial.


Planificaciones de página rompedoras, correlaciones insólitas entre viñetas, ángulos de raigambre cinematográfica, manejo de varios puntos de vista, uso de la narración subjetiva, rupturas de la cuarta pared… un completo ABC de la narrativa del cómic tan influyente y asimilado a posteriori que actualmente se da por sentado, pero que Eisner prácticamente creó de la nada en paralelo a colegas como su también centenario compañero y amigo Jack Kirby. Con la ocasional colaboración en los guiones del posteriormente oscarizado guionista cinematográfico Jules Feiffer, durante los siguientes siete años Eisner sentaría cátedra en el medio sin olvidarse en ningún momento del entretenimiento puro y duro, sembrando semillas de inspiración que germinarían en lectores devenidos en futuros creadores como Alan Moore o Frank Miller entre otras luminarias del cómic USA.


Eisner fue asimismo pionero fuera de las viñetas, siendo uno de los primeros autores que procuró asegurarse la propiedad sobre los derechos de su creación. Una circunstancia que permitió al personaje sobrevivir a la crisis de la prensa que puso fin a su cabecera original en 1952, permitiendo a su creador rescatarlo ocasionalmente en las siguientes décadas con nuevas historias publicadas por Harvey Comics en los sesenta, Warren Publishing en los setenta o Kitchen Sink Press en los ochenta. Precisamente fue esta última la que acometió la fundamental labor de recopilar las aventuras del personaje desde su inicio mediante una lujosa edición que ha permitido a las nuevas generaciones (re)descubrir las excelencias de un título capital en la evolución del cómic como medio.


Desde el fallecimiento de Eisner en 2005, el personaje ha conocido varios intentos de relanzamiento a cargo de autores como Darwin Cooke y Matt Wagner en editoriales como DC –que lo incluyó dentro de su fallido sello pulp First Wave- o Dynamite Entertainment. Sin embargo, y sin desmerecer las para nada despreciables aportaciones de estos y otros autores, es imposible disociar al personaje del trabajo original de su creador, capaz de mirar de igual a igual a prestigiosas obras posteriores de Eisner elevadas a los altares por la crítica como Contrato con Dios o El Soñador y sin el cual nos atrevemos a decir que el cómic actual sería muy diferente.


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