Liga de la Justicia: La unión no siempre hace la fuerza
En una escena del film, Aquaman (Jason Momoa) comenta que el hombre es más fuerte solo en vez de en grupo. Batman (Ben Affleck) le corrige indicándole que el dicho es al contrario pero el primero le comenta que eso no significa que esté equivocado. Conscientemente o no, este diálogo parece definir a la perfección lo que define a esta Liga de la Justicia (2017). Tanto en lo plasmado en pantalla como en lo referente a lo acontecido tras las cámaras.
Y es que mucho se ha hablado del film en los meses previos. No solo por una ambiciosa premisa que saca toda la artillería del aún en formación universo cinematográfico DC respaldada por un ambicioso presupuesto de 300 millones de dólares. También por una accidentada producción que incluye un cambio en la dirección del proyecto tras el nombramiento de Geoff Johns como nuevo jefe creativo de la DC fílmica, el abandono del realizador Zack Snyder tras finalizar el rodaje debido a una tragedia familiar y la entrada de un Joss Whedon acreditado como coguionista para gestionar una postproducción que incluía el rodaje de un número indeterminado de nuevas escenas.
El resultado de dicho vaivén creativo y los fuertes imperativos comerciales añadidos es un film mucho más compacto y con un ritmo más ajustado que el de sus dos inmediatas predecesoras también paridas por Snyder –El hombre de acero (2013) y Batman v Superman (2016)-, pero que desgraciadamente resulta muchísimo más convencional, previsible y poco memorable. Un cambio que se refleja visualmente mediante una fotografía más luminosa y colorista frente al tono frío y la paleta desaturada de los films previamente citados así como en el retrato menos crudo y más optimista de sus protagonistas, adornado puntualmente por pequeños toques de humor fruto de la interacción entre los mismos.
Frente a la deconstrucción de personajes con un tono más sofisticado y adulto -torpedeado por sus problemas de guión- que Snyder venía utilizando en su aproximación al género, el libreto de esta Liga de la Justicia sacrifica los giros y lecturas adicionales en favor de una trama funcional reducida al nivel más básico, con Batman reuniendo a la Liga para encontrar tres Madres-Caja escondidas en otras tantas partes de la Tierra antes de que las hordas de parademonios de Apokolips lideradas por Steppenwolf se hagan con ellas. Una sencilla y funcional premisa resuelta mecánicamente sin aportar ninguna novedad o sorpresa al conjunto. Las escenas de acción, cargadas de CGI tanto si es necesario –la visualización de Flash utilizando sus habilidades, el ataque alienígena a las amazonas en Themyscira- como si no –el aparatoso transporte acorazado manejado por Batman en la escena de los túneles- son resueltas con espectacularidad y ritmo pero carecen de tensión y dramatismo. Buena parte de ello se debe al deficiente apartado de villanos, con unos parademonios que únicamente alcanzan a ser prescindible carne de cañón liderados por un Steppenwolf que adolece de un trasfondo y presencia acordes a la entidad que se le presupone. Algo agravado por una naturaleza infográfica bastante cuestionable –y mas con semejantes medios- cuya pobre resolución e inexpresividad echan por tierra cualquier intento de darle carisma o poso dramático.
Así pues las mejores bazas del film vienen del trabajo de su reparto protagonista. Gal Gadot confirma de nuevo ser la opción ideal para encarnar a una Wonder Woman inspiradora y de entidad heroica. Affleck muestra aquí el lado más humano e integrador de un personaje hosco y solitario. El Flash de Ezra Miller funciona como alivio cómico pero sin dejar de lado apuntes de una personalidad frágil e insegura que arrastra varias desgracias. Momoa imprime carisma y entidad a su personaje pese al escaso desarrollo que el film concede a Aquaman, mientras que el debutante Ray Fisher se queda con el personaje dramáticamente más interesante, aprovechando cada escena del torturado Cyborg para dejarnos con ganas de saber más. Ausente durante la mitad del metraje, Henry Cavill al fin tiene la oportunidad de interpretar al Superman luminoso, idealista y heroico que simboliza la quintaesencia del personaje, pero el resultado cojea por cuanto se nos ha escamoteado la evolución que va del alienado extraterreste ajeno a la humanidad del Hombre de Acero hasta llegar a este punto. Lamentar finalmente que de nuevo –y ya van tres- la maravillosa Amy Adams quede relegada a un mero florero en su papel de Lois Lane.
Resulta inevitable especular con lo que podría haber sido el resultado de haber podido Snyder pulir su trabajo sin injerencias ajenas –los trailers y el resto de material promocional dejan ver numerosas escenas descartadas y/o regrabadas que parecen apuntar a un tono diferente- pero la película finalmente estrenada resulta un más que competente entretenimiento al que, no obstante, se le puede achacar no estar a la altura de sus expectativas, prefiriendo jugar sobre seguro aún a riesgo de caer en lo repetitivo. Algo aplicable también a la poco inspirada banda sonora de Danny Elfman, que destaca cuando puntea disimuladamente los acordes de John Williams para Superman (1978) o los suyos propios compuestos para el Hombre Murciélago dos décadas atrás. Parece que salvo en el caso de Wonder Woman (2017) y su acertada comprensión de la esencia del personaje la estrategia de la DC cinematográfica sigue consistiendo en la técnica del ensayo y error. Tras cinco películas y con un largo y ambicioso calendario de producción por delante deberían empezar a reflexionar si aún pueden permitirse semejante planificación.
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