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Marvels: Prodigios al pie de calle

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 03/03/2018

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Visto en perspectiva resulta tan sorprendente como adecuado que el complicado panorama del cómic de superhéroes de los noventa fuese el escenario para la publicación de una obra como Marvels. En un momento de crisis creativa derivada de la errónea asimilación de la reformulación adulta del género en la década previa, una historia nostálgica que recreaba las historias de la Edad de Oro y Plata no parecía encajar con el tono cínico y cool de la época de explosión de Image Comics. Asimismo su estilo visual, desarrollado en forma de ilustraciones en acuarela próximas al realismo fotográfico, exudaba un clasicismo a contracorriente del modelo estilizado, impactante (y técnicamente deficiente) de los ilustradores estrella de la época.


Tan sorprendente proyecto cogió desprevenido a propios y extraños por el detalle adicional de venir firmado no por dos autores consagrados, sino por dos virtuales desconocidos. Kurt Busiek poseía entonces una discreta trayectoria escribiendo trabajos menores para diversas editoriales sin apenas repercusión, mientras que Alex Ross era un licenciado en Bellas Artes que atesoraba un único trabajo profesional previo como ilustrador de cómics –la miniserie Terminator: La Tierra en Llamas-. Sin embargo, su pasión por la Marvel más clásica sobrepasaba su currículum cuando ambos presentaron su propuesta para una miniserie que recreaba algunos de los episodios más famosos de la continuidad editorial. La clave estaba no tanto en la historia en sí como en el enfoque otorgado a la misma para recrear momentos clave de la historia -el primer encuentro entre la Antorcha Humana original y Namor; la aparición de los X-Men; la llegada de Galactus; la muerte de Gwen Stacy…- desde una perspectiva realista, desplazando el protagonismo hacia la figura creada para la ocasión del reportero gráfico Phil Sheldon.


Tomando prestado el definitorio concepto de “héroe sobrehumanos con problemas muy humanos” imprimido por Stan Lee a los cómics de la editorial para llevarlo a sus últimas consecuencias, Marvels descarga la mayoría de su narración en humanizar las hazañas de unos protagonistas descritos como seres casi divinos mediante la perspectiva del protagonista, testigo presencial dueño de una visión humanista y a pie de calle de tan fantásticos sucesos. Una perspectiva dramática, a veces sobrepasada por unos acontecimientos que no comprende plenamente que, pese a cierto deje nostálgico abrumado por la maravilla, no esconde elementos oscuros como la impotencia, el terror o la incomprensión ante un mundo y unos seres ajenos a la humanidad con la que conviven. Algo que permite dar pie a momentos tan tensos como el rechazo irracional que provocan los mutantes o el pavor casi religioso que supone la llegada de Galactus.


Una historia, la de Phil Sheldon, que nos permite apreciar desde una perspectiva inédita el día a día de este universo de ficción tan parecido y al mismo tiempo tan distinto al nuestro, incluyendo innumerables referencias a personajes –J. Jonah Jameson, Nick Furia, Los Invasores, Iron Man, Luke Cage- e historias perfectamente ordenadas para apoyar la narración. Un exhaustivo trabajo de documentación en sintonía con el detallismo que Ross imprime a las acuarelas, llenando de pequeñas referencias unas viñetas cuyos encuadres y posturas incluyen sutiles homenajes donde nombres celebres de la pintura realista –Edward Hooper, Norman Rockwell- se dan la mano con los dibujantes de las historias recreadas –de los Bill Everett y Carl Burgos de la primigenia Timely Comics a los Steve Ditko y John Romita Sr de la era Marvel pasado por el inevitable Jack Kirby-. Un homenaje reverencial que va mas allá de su obra, convirtiendo a los citados artistas en actores de reparto que, junto a familiares y amigos del propio Ross, prestan su rostro a los diferentes secundarios que aparecen ocasionalmente. Pese al evidente impacto visual de páginas como la primera aparición de Estela Plateada, el trabajo de Ross en Marvels ofrece asimismo un desglose de página mucho más elaborado y una narrativa menos estática, más cercana al cómic que a la ilustración pictórica, vista en sus trabajos posteriores ofreciendo en ese sentido uno de su trabajos más elaborados.


Publicada originalmente en forma de miniserie de cuatro entregas –a las que se añadió un especial #0 con bocetos, ilustraciones y un pequeño prologo de doce páginas narrando el origen la Antorcha Humana original, el primer héroe de la editorial-, Marvels fue abrazada por la crítica y premiada con tres premios Eisner además de convertir a sus dos artífices en estrellas del medio. En los años posteriores, la miniserie conocería secuelas oficiosas –Código de Honor, The Wonder Years, Blockbuster- y oficiales –Marvels: El Ojo de la Cámara- a cargo de otros autores, así como su propio y perverso What If?Ruinas- sin lograr repetir las virtudes de la obra original. Un trabajo indispensable y atemporal que mediante un sofisticado y emotivo homenaje recrea aquello que nos emociona y maravilla de un género que se dignifica gracias a obras como esta.


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