Star Wars: Chewbacca

No conviene soliviantar a un wookie

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La decisión de Disney de renovar la continuidad del universo Star Wars iniciando un nuevo universo expandido ha tenido sus pros y sus contras. Entre los primeros sin duda destaca el estupendo nivel medio logrado por las nuevas series de cómic editadas por Marvel y centradas en rellenar los huecos argumentales entre los capítulos de la trilogía original. Un escenario que ha permitido entre otras cosas que entrañables secundarios de la saga creada por George Lucas puedan reclamar finalmente su propia cuota de protagonismo mediante cabeceras como la que nos ocupa.


La miniserie Star Wars: Chewbacca se centra por primera vez en narrar las aventuras en solitario del eterno compañero de Han Solo, el peludo guerrero wookie cuyo carácter mezcla de brutalidad y buen corazón le han convertido en uno de los personajes más queridos por los fans pese a lo reducido de su expresividad y a la ausencia de dialogo comprensible que permita desarrollar su personalidad. Un hándicap nada sencillo de manejar y con el que el guionista Gerry Duggan ha tenido que lidiar a la hora de elaborar la miniserie recopilada en el presente tomo. Porque… ¿Cómo profundizar en un personaje que solamente se comunica mediante gruñidos y rugidos? Partiendo de una trama que presenta a Chewbacca aislado de sus amigos después de que su nave se estrelle en un planeta controlado por el Imperio, el guión de la miniserie presenta el inesperado dúo formado por el guerrero wookie y Zarro, una niña fugitiva que busca liberar a sus padres de yugo de la esclavitud a la que se ven sometidos por parte de un traficante sin escrúpulos a las ordenes del Imperio.


Arrastrado sin pretenderlo a una misión de rescate, el toma y daca entre la decidida e inocente niña y la feroz bestia peluda se convierte en el núcleo de la historia, dando pie a situaciones en las que el guionista sabe sacar un agradecido punto de ironía en la línea de las películas originales –véase su peculiar versión de los famosos rótulos iniciales de la saga que abren la lectura-. Pese a ello, Duggan también se reserva momentos dramáticos como la claustrofóbica secuencia en el túnel derrumbado –que nos descubre vía flashback el pasado de Chewie como esclavo del Imperio- o el regreso final del protagonista a su mundo natal para cumplir con una dolorosa obligación familiar. Momentos sin apenas dialogo en los que Duggan descarga el peso de la narración en los lápices de Phil Noto, cuya estética clara, de colores luminosos y estilo clásico remiten a la perfección al estilo visual de la saga cinematográfica, satisfaciendo el conjunto general tanto al fan más recalcitrante como al neófito que solo busque un eficaz divertimento.