Inmortal Puño de Hierro: La fortaleza del legado
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Daredevil de Frank Miller. Superman de John Byrne. Punisher de Garth Ennis. La La Cosa del Pantano de Alan Moore… en el cómic mainstream USA muchos son los ejemplos de cómo los autores de la etapa más brillante e influyente de un personaje no tienen por qué ser necesariamente sus creadores ni esta tiene que enclavarse necesariamente en los primeros años de su trayectoria. Y aunque Puño de Hierro ha gozado a lo largo de su trayectoria de cronistas de la talla de Roy Thomas, Gil Kane, Doug Moench, Chris Claremont o John Byrne podría decirse que su verdadero potencial no estalló hasta que caer en las manos del trío formado por Ed Brubaker, Matt Fraction y David Aja.
Creado a principios de la década de 1970, a rebufo del boom del género de las artes marciales propiciado por Bruce Lee y cia, el personaje de Puño de Hierro surgió dotado de un trasfondo místico que incluía técnicas de combate sobrehumanas y un interesante escenario relacionado con K´un-L´un, legendario enclave místico tomado de la mitología china situado en la frontera con otra dimensión. Sin embargo, la mayoría de autores enfocaron todo ello como una simple excusa para justificar las habilidades sobrehumanas de Danny Rand. La propia identidad de Puño de Hierro y su papel de defensor de la mística urbe llevaba implícita la noción de un legado milenario que iba más allá del protagonista y su difunto padre pero que no parecía interesar a nadie. No hasta que en 2006 Ed Brubaker y Matt Fraction recibieron el encargo de escribir una nueva cabecera del personaje.
En lugar de embarcar a Rand en la enésima aventura de acción de tintes urbanos, la dupla Brubaker/Fraction prefirió explorar su mitología y expandir su potencial. Partiendo de la idea de que el actual Puño de Hierro solo era el eslabón más reciente de una larguísima cadena, los guionistas hicieron salir a la luz a Orson Randall, uno de sus predecesores caído en desgracia tras una traumática experiencia durante la Iª Guerra Mundial. Manteniendo su juventud gracias a técnicas místicas pero con el alma rota, el antiguo Puño de Hierro sale de su retiro para encontrar a su sucesor y prepararle para el gran torneo de las ciudades celestiales. Pues tal y como Danny Rand descubre para su sorpresa (y para la nuestra) K´un-L´un no es la única urbe mística en contacto con nuestro mundo. Y cada una de ellas tiene a su propio campeón, que cada cien años deben batirse en combate con el resto para justificar la posición dominante de una urbe sobre el resto. Este punto de partida ampliaba exponencialmente tanto los personajes como su trasfondo, presentando una mitología cuyas semillas llevaban plantadas tres décadas pero que seguían sin germinar.
Fractión y Brubaker tejieron así una trama donde se daban cita intensos combates entre expertos en artes marciales con habilidades sobrehumanas, intrigas políticas entre los gobernantes de las ciudades, conspiraciones corporativas que incluyen alianzas con el grupo terrorista de Hydra y aventuras en reinos místicos. Una trama principal que se alternaba con historias individuales donde se exploraba el linaje del Puños de Hierro en épocas y lugares tan distintos como la China medieval, la guerra del Opio en el siglo XIX, o el lejano futuro del año 3099 (sic), amén de mostrar antiguas aventuras de Orson Randall durante su agitada juventud. Asimismo la serie ampliaba el reparto de personajes recuperando tanto a viejos conocidos (el villano Davos, el maestro tronador Lei Kung o el soberano de K´un-L´un Yu-Ti) junto a nuevas creaciones como las Armas Inmortales, campeones del resto de ciudades místicas que incluían a Cobra Gorda, la Novia de las Nueve Arañas, Hermano Perro nº 1, la Hermosa Hija del Tigre y el Príncipe de los Huérfanos. Personajes todos ellos tan sugerentes en trasfondo argumental y diseño gráfico como sus nombres indican y a los que los guionistas procuraron dotar de una personalidad e importancia parejas a las del protagonista.
Semejante combinación argumental requería a un dibujante tan versátil en lo estético como efectivo en la narración, siendo elegido el vallisoletano David Aja. Mostrando una influencia bien entendida de autores como Frank Miller y Jim Steranko que iba más allá de lo puramente estético, las páginas de Aja contienen una riqueza de recursos expresada en la fluidez de sus escenas de acción (mostrando estudiadas coreografías de lucha que refuerzan la intensidad de las mismas), la expresividad de los personajes y una versatilidad a la hora de plasmar cualquier tipo de escenario (desde una simple oficina a un reino legendario) que convierten cada entrega en un espectáculo por sí mismo con páginas cuyo dibujo puede “leerse” visualmente en vez de simplemente mirarse. A su vez, la peculiar forma de planificar los guiones consiguió que los ocasionales sustitutos de Aja -que incluyen nombres tan distintos e interesantes como los de Howard Chaykin, Dan Brereton, Russ Heat, Nick Dragotta y Leandro Fernández- se encargasen de los flashbacks y/o números individuales ajenos a la trama principal. Una decisión creativa que complementa el trabajo del dibujante principal, dando a esas pequeñas historias centradas en otros personajes y épocas una estética propia.
Tras revolucionar al personaje en apenas diecisiete números y dos especiales, el trío Brubajer/Fraction/Aja cedió las riendas de la serie a Dwane Swierczynski y Travel Foreman. Pese a ese cambio el buen nivel de la cabecera se mantuvo, en buena parte gracias a la decisión de continuar explorando los atractivos conceptos y escenarios de sus predecesores. El nuevo equipo creativo embarcó a Rand y sus aliados en la búsqueda de una octava ciudad celestial atrapada en el infierno que ocultaba un terrible secreto relacionando con el propio origen del Puño de Hierro. Asimismo el nuevo guionista siguió enriqueciendo el linaje del personaje con episodios dedicados a los antiguos portadores del manto. Pese a su más que digna labor, desgraciadamente la serie fue cancelada tras solo diez entregas dejando como único consuelo la publicación de la miniserie Armas Inmortales, donde autores como Jason Aaron, David Lapham, Cullen Bunn o los citados Swierczynski y Foreman exploraban en forma de historias individuales las atractivas posibilidades de los nuevos compañeros de fatigas del personaje titular.
Esta breve pero increíblemente fructífera etapa es la que ahora Panini Cómics tiene el acierto de recuperar para su línea Marvel Saga. A falta de que los editores recapaciten y vuelvan a la senda creativa abierta por la misma, el lector no debería dejar pasar una de las más interesantes y disfrutables reinvenciones de un personaje que Marvel ha publicado en años.
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