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Batman: Las Diez Noches de la Bestia Comic Digital
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"'Tabby, Europa no es un país' 'Si no es un país, ¿por qué tiene una bandera, eh? ¿Por qué?'" Elsa Bloodstone y Tabitha Smith / Nextwave
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Batman: Las Diez Noches de la Bestia

Amenaza roja

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 14/03/2019

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La segunda mitad de la década de 1980 fue sin duda una de las épocas más fructíferas e influyentes de la trayectoria del Hombre Murciélago. Sin embargo, los árboles en forma de proyectos especiales (La Broma Asesina, Arkham Asylum, etc) en ocasiones no dejan ver el bosque que suponía la mucho más discreta pero igualmente importante renovación que estaba teniendo lugar en las series regulares del personaje. Y en ese aspecto conviene señalar la labor llevada a cabo en aquellas por Jim Starlin.


Asociado generalmente a historias de ciencia ficción y ambientación cósmica, Starlin supo tomarle la talla al Hombre Murciélago mediante un puñado de historias emblemáticas donde demostraba su pulso para la intriga y el suspense en ambientes más “terrenales” como la que nos ocupa. Publicada originalmente en Batman #417-420 USA, Las Diez Noches de la Bestia propone un tenso thriller de espionaje nacido al calor de una Guerra Fría inadvertidamente cerca de su final pero que aun era una patata caliente en el momento de su publicación. Un peligroso agente soviético apodado La Bestia llega a EE.UU. siguiendo órdenes de El Martillo, una facción repudiada del KGB, para cumplir una importante misión: asesinar a diez personas clave (incluido el entonces presidente Ronald Reagan) relacionadas el proyecto de defensa nuclear conocido como La Guerra de las Galaxias y romper así el equilibrio de poder respecto a la URSS. Dicha misión da inicio a una inexorable cadena de muertes en la que Batman y Robin (aún encarnado en ese momento por Jason Todd) acaban viéndose implicados junto al comisario Gordon y varios agentes del gobierno.


Creado para la ocasión, el personaje de La Bestia –sonoramente apodado por sus perseguidores como KGBestia- se diferenciaba del resto de antagonistas habituales a los que acostumbraba la franquicia. Lejos de uniformes coloristas, planes megalómanos y discursos grandilocuentes, el villano ideado por Starlin resultaba impactante por su frialdad, eficiencia y falta de escrúpulos y/o mesura a la hora de liquidar a sus objetivos, adquiriendo un aura de amenaza imparable e imprevisible que va en aumento conforme avanza la trama. Pese a un diseño gráfico bastante cuestionable –más propio de un aficionado al sadomaso que de un sicario de los servicios secretos-, KGBestia consigue sorprender tanto al héroe como al lector al mostrarse como un rival físicamente superior y sin las taras psicológicas habituales de los bat-villanos. Un logro que, desgraciadamente, parece que ningún otro guionista ha sabido reproducir adecuadamente en las escasas apariciones posteriores de personaje. Algo debido más que posiblemente a las ya desfasadas connotaciones histórico/políticas de su peculiar idiosincrasia.


El guion de Starlin hace gala de un ritmo trepidante, intercalando la trama detectivesca a contrarreloj para frenar la sucesión de ejecuciones con escenas de tensión como ese enfrentamiento en los tejados entre héroe y villano que se salda de manera tan violenta como sorprendente. Todo ello ilustrado por Jim Aparo, nombre histórico en la trayectoria del vigilante de Gotham cuya calidad y constancia permanentes irónicamente parecen haberse vuelto en su contra en la memoria de muchos a la hora de valorar su larga asociación con las series del murciélago.


Injustamente despachado en ocasiones como un autor meramente “competente”, en Las Diez Noches de la Bestia Aparo da sobradas muestras de su versatilidad a la hora de adaptarse sin fricciones al ritmo y estilo de los guionistas con los que colaboraba. Un buen ejemplo de ello se encuentra en secuencias como la citada lucha en las alturas con el héroe pendiendo (literalmente) de un hilo, ejecutada en una sucesión de viñetas en plano detalle que aumentan tanto la tensión de la situación como lo impactante de su desenlace. Una historia tensa, directa y perfectamente autónoma que, aún siendo hija de una época y ambiente muy concretos, sigue conservando idéntica solvencia cuando se cumplen tres décadas de su publicación original.


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