Heroes Reborn #2: Los Vengadores Los Vengadores al estilo ROB!
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Lo creáis o no, hubo un tiempo en que Marvel pasaba por una de sus peores crisis creativas y financieras y la sombra de la bancarrota amenazaba su vasto universo superheroico. Corría el año 1996 y nos encontrábamos en una época muy anterior a la fiebre de películas, series de televisión y superpersonajes mainstream en la que vivimos hoy. La burbuja había explotado y la gente se había dado cuenta de que esos números uno millonarios con portadas impresas en cada uno de los elementos de la tabla periódica no se habían convertido en la inversión exitosa que todos esperaban.
Marvel había sido una de las culpables de esa burbuja viñetil y, tras perder a la mayoría de sus dibujantes hot por el proyecto Image, pasaba por una sequía absoluta de ventas y talento. Sus protagonistas estrella palidecían en tierra de nadie, los artistas que conseguían fichar se encontraban a años luz de los que se habían marchado y los guionistas intentaban desesperadamente conseguir alguna colección con interés suficiente para hacerse notar entre las novedades mensuales. Sin embargo, nada parecía funcionar y las maniobras desesperadas se sucedían con velocidad vertiginosa.
Fue entonces cuando a los mandamases marvelianos se les encendió una pequeña bombillita mental y pensaron una nueva solución extrema: ¿y si aquellos dibujantes que abandonaron el barco por motivos financieros y “creativos” fueran tentados con proyectos interesantes que les reportaran mucho dinero y “libertad creativa”? Dicho y hecho. Los dos buques insignia de Image Comics, Jim Lee y Rob Liefeld, fueron llamados a las oficinas centrales de la editorial para recibir una inesperada oferta: coger a los principales personajes de la casa y sus franquicias más conocidas y pasarlas por el prisma “imaginero” para hacerlas atractivas a las nuevas generaciones de lectores.
Viñetas explosivas, resultados desiguales
Hay que reconocer que, aparte de lecturas acerca de la calidad y resultados de la maniobra editorial, los autores escogidos dieron aquello que se les pedía y en las cantidades extremas a las que nos tenían acostumbrados. Si bien es cierto que Lee realizó un acercamiento más académico y respetuoso a la mitología que le habían cedido -Wildstorm controló el destino de Los 4 Fantásticos e Iron Man-, Liefeld decidió darlo todo y desatar su estilo patentado de dientes apretados, imposibles poses, deformadas anatomías y valores argumentales grimangritescos.
De esta manera, su versión de Los Vengadores -y, sobre todo, del Capitán América que comentaremos en profundidad en un futuro cercano… Ufffff, aún se pasea por mis pesadillas ese Capi de pecho interminable…- tomaba los elementos originales de su número inaugural a manos de Stan Lee y Jack Kirby con Loki como villano principal para, acto seguido, introducir en la mezcla a personajes mucho más recientes como La Visión, Nick Furia, La Bruja Escarlata o un Ojo de Halcón que había asaltado el guardarropas de Lobezno.
En las páginas de su propuesta el grupo Marvel más poderoso se enfrentará a Kang en uno más de sus imposibles planes temporales, a un Hulk desatado -precursor claro de su versión en Los Ultimates de Mark Millar y Bryan Hitch-, y al citado Loki que, tras descubrir un poder supremo que parece haber jugado con el destino y la historia de la totalidad del universo Marvel, se convertirá en el detonante del conectado final de toda esta línea editorial.
Conocedor de sus limitaciones a la hora de escribir, Liefeld recurrió a la ayuda de guionistas como Jim Valentino, Walter Simonson o su amigo personal Jeph Loeb para urdir la explosivamente convulsa mitología de esta aventura que, para alegría de unos y desolación de otros, no continuó más allá de su primer año debido a unas ventas que fueron bajando con cada nuevo número aparecido.
Hay que reconocer que los mejores números del volumen son aquellos ilustrados por ROB! en estado puro y demoledor. Ese personal estilo y la falta de prejuicios que lo convirtieron en estrella siguen brillando con luz propia en estas páginas pese a quien pese. Desgraciadamente, en las entregas en las que autores como Chap Yaep, Michael Ryan o Anthony Winn -todos provenientes de la Escuela Superior de Anatomía Lielfeldiana- toman el relevo, el lector se da cuenta de lo que está leyendo y no puede evitar plantearse si ese claro ejemplo de maniobra editorial noventera supera con aprobado raspado el paso del tiempo.
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