"'¿Te acostaste con Emma cuando estábais en Hong Kong?' 'No. No lo hice. Me mantuvo despierto toda la noche'" Jean Grey / Scott Summers, X-Men vol. 2 #77
Acostumbrados a la sinergia cada vez más estrecha entre historieta y cine, el caso de Creepshow (1982) destaca por su labor casi pionera a la hora de establecer una relación directa entre la narrativa del cómic y el lenguaje cinematográfico. Pero ese camino entre ambos medios tenía asimismo una doble dirección pues esta producción inspirada en el cómic de terror acabó dando pie a su vez a un pequeño clásico de culto mediante una adaptación en viñetas que recientemente acaba de ser rescatada por Planeta Cómic.
Creepshow la película nació fruto de la unión de los talentos de George A. Romero y Stephen King. Además de su renovadora concepción del género de terror, el creador de La Noche de los Muertos Vivientes (1968) y el escritor de Carrie compartían una infancia marcada por su lectura de las historietas de horror editadas por EC Cómics en la década de 1950 con títulos como Historias de la Cripta, La Bóveda de los Horrores y La Guarida del Miedo. En aquellas páginas vieron la luz trabajos de autores como Harvey Kurtzman, Joe Orlando, Wally Wood, Johnny Craig, Graham Ingels o Bernie Krigstein cuyo contenido macabro, violento y satírico se convirtió en uno de los principales objetivos de censura del Comic´s Code pero también supuso una gran influencia entre muchos futuros creadores a la hora de entender y utilizar el género fantástico en su vertiente más siniestra. Entre ellos los dos nombres antes citados que, tras una serie de proyectos comunes frustrados, elaboraron el presente film como homenaje y reivindicación de aquellos cómics de su niñez.
Partiendo de dos relatos previamente publicados a los que añadiría otros tres creados para la ocasión, King escribió personalmente un guión cinematográfico relatando la historia de un padre que prohíbe a su hijo –interpretado curiosamente por Joe Hill, hijo del propio King, futuro autor del genero y guionista de Locke \& Key- leer tebeos de terror. Las historias que el desobediente niño lee van desplegándose a lo largo del metraje tocando diferentes modalidades del género que van desde la venganza familiar de ultratumba (El Día del Padre), al horror espacial de raíces lovecraftianas (La Solitaria Muerte de Jordy Verrill, con el propio King como protagonista), pasando por el tradicional cuento de reliquias malditas (La Caja), el suspense de las historias de asesinatos y adulterio (La Marea, con un sorprendentemente inquietante Leslie Nielsen como vengativo marido cornudo) y un relato de paranoia y repulsión a los insectos (La Invasión de las Cucarachas). Historias argumentalmente muy diferentes pero idénticas en su tono directo, exagerado y cargado de humor negro próximo a la tradición del Grand Guignol.
No era la primera vez que este tipo de historietas eran adaptadas al cine. En la década de los setenta la británica Amicus Productions ya produjo dos films de segmentos basados en los propios cómics de la EC –Condenados de Ultratumba (1972) y La Bóveda de los Horrores (1973)-. La diferencia es que mientras dichas adaptaciones oficiales se limitaban a tomar la trama de aquellas historietas, Romero decidió ir un paso más allá y utilizar cinematográficamente los códigos visuales del lenguaje de cómic. Mediante la fotografía y el montaje, Romero elaboró planos que recreaban viñetas delimitadas por bordes, transiciones que simulaban el paso de páginas, elementos visuales que hacían las veces de bocadillos de texto y onomatopeyas, una iluminación que acentuaba diferentes colores como si se tratase de una ilustración en cuatricomía… Un trasvase de elementos estéticos del noveno al séptimo arte nunca antes visto antes y que pocas veces –Dick Tracy (1990), Scott Pilgrim contra el Mundo (2010)- ha sido repetido de forma tan explícita.
Resulta curioso ver como la estilizada puesta en escena de Romero subrayando elementos propios de un cómic fue a su vez traducida en viñetas a cargo de Bernie Wrightson, otro autor marcado por su lectura infantil de las series de EC y habitual de las posteriores Creepy y Eerie para la editorial Warren Publishing. Wrightson tradujo el guión original de King -presentando las historias en un orden diferente y prescindiendo de la secuencia de enlace que abre y cierra el film- ateniéndose a una estética clásica que hace menor hincapié que Romero a la hora de enfatizar los elementos puramente visuales. De hecho ni siquiera se atiene a la semejanza física entre sus personajes y los actores que les daban vida en pantalla, siendo esto especialmente visible en la transformación física que sufre el palurdo granjero interpretado en la pantalla por King y, que en manos del dibujante, acaba convirtiéndose en una criatura deforme y verdosa que recuerda a La Cosa del Pantano creada por el propio Wrightson.
Sin embargo, pese a ese parentesco estético hacia los cómics originales que sirven de modelo al film, la labor de Wrightson también se ve influenciada por el lenguaje cinematográfico mediante una narrativa más ágil que reproduce el ritmo de varias secuencias cinematográficas, haciendo uso en las mismas de una distribución de página en forma de viñetas verticales. Y aunque el coloreado –obra de Michelle Wrightson, esposa del dibujante- procura mantener la misma versatilidad estética mostrada por Romero, Wrightson acentúa en sus dibujos el uso de las sombras y masas de negro, dando irónicamente al resultado una estética mas terrorífica y menos “de cómic” que la de la película.
Creepshow el cómic, publicado originalmente por la editorial Plume (subsidiaria de Random House), supuso la primera colaboración entre King y Wrightson, ocupándose este último de las portadas e ilustraciones interiores de varias novelas del primero incluido una de las entregas de su famosa saga La Torre Oscura. Sin embargo Creepshow constituye prácticamente su única colaboración dentro del mundo del cómic. El resultado es un divertido homenaje cómplice a un estilo y época concretos del cómic que no solo supone una reivindicación de este, sino que se constituye como una obra con entidad propia que, adelantándose a su tiempo, ya establecía de manera consciente los vasos comunicantes entre la viñeta y el celuloide.