Polar: La saga de Black Kaiser
La Caída del Kaiser, última entrega recientemente publicada de Polar, invita a acercarse la obra creada por Víctor Santos. Una cabecera que más allá de sus valores artísticos intrínsecos se ha convertido por derecho en un título señero del cómic español dada su repercusión tanto dentro como fuera de las fronteras patrias.
Autor inquieto y de gustos eclécticos responsable de obras tan distintas como Los Reyes Elfos, Pulp Heroes o Lone in Heaven, en 2009 Santos publicó Black Kaiser, cómic que el mismo llegaría a definir como un homenaje al Nick Furia de Marvel y más en concreto a la influyente etapa sobre el mismo realizada en los años sesenta por Jim Steranko, uno de sus autores de referencia. Añadiendo otras influencias como el estilizado trabajo de Frank Miller en Sin City o el tono de escritores de suspense como Robert Ludlum y Trevanian, el cómic (editado originalmente por Planeta de Agostini) presentaba las andanzas del personaje titular, un antiguo agente soviético que tras la caída de la URSS ejerce como sicario. La trama, que muestra como el citado personaje acepta un trabajo de tintes políticos y acaba viéndose implicado en una conspiración relacionada con los atentados del 11-S, funcionaba como un simple soporte para que el autor valenciano se lanzase a experimentar en el plano narrativo, mostrando un enorme dominio de las posibilidades expresivas de la composición de página y el encuadre de viñetas así como del uso del blanco y negro. Un entretenido pastiche argumental que destacaba gracias a un despliegue visual que atrapa al lector y no le suelta durante las cerca de cien páginas que componen lo que inicialmente era una obra autoconclusiva.
Sin embargo la figura del veterano asesino ataviado con un parche seguiría rondando por la mente del autor valenciano y tres años después, a modo de entretenimiento entre diferentes trabajos de encargo, lo recuperaría en formato webcomic con el título de Polar. Dicho título (que hace referencia al cine francés de serie negra de los años sesenta y setenta cultivado por directores como Jean Pierre Melville o Henri Verneuil y actores como Alain Delon y Jean Paul Belmondo) suponía toda una declaración de intenciones en cuanto a la obra en sí que, aun manteniendo las características del cómic previo, evolucionaba hacia una narración aun más visual y de referentes cinematográficos procedentes del citado subgénero galo pero también del cine de yakuzas oriental y títulos del neo-noir norteamericano.
El regreso a la acción de Kaiser tras un fallido intento de asesinato por parte de una agencia secreta llamada Damocles y el subsiguiente ajuste de cuentas era mostrado por Santos mediante una narración puramente visual (de hecho esta primera versión digital carecía de diálogos) plasmada en formato apaisado cual pantalla cinematográfica y con el añadido ocasional del color rojo anaranjado al blanco y negro no solo para resaltar detalles (manchas de sangre, vestuario, pelo), sino también como recurso expresivo de la tensión. El uso de diferentes estructuras de página, que van de la ilustración completa a planchas de hasta veinte viñetas, jugando con disposiciones verticales, horizontales y toda clase de combinaciones que reproducen el efecto de los fundidos, encadenados, narraciones paralelas o saltos temporales revalorizaban un argumento que no dejaba de ser una colección de clichés y arquetipos (el héroe reluctante, el villano manipulador, la femme fatale, etc) sin profundidad pero que Santos lograba hacer funcionar con una energía innegable.
El éxito del primer arco (Surgido del Frío) sorprendió incluso a su propio creador que pronto vio las posibilidades del escenario. Fiel a su intención de convertir la cabecera en un laboratorio donde experimentar con nuevas formas de narración gráfica y repetirse lo menos posible, en su “segunda temporada” (titulada Ojo por Ojo) Polar regresaría con una nueva protagonista llamada Christy White. Implicada involuntariamente en un turbio asunto, Christy era atacada y dada por muerta solo para ser salvada por Kaiser, relegado aquí a un papel secundario y convertido en una suerte de maestro del que la joven obtendría lo necesario para cobrarse su venganza. Una vuelta de tuerca al concepto previo para la que Santos se empapó de influencias orientales como la Lady Snowblood creada por Kazuo Koike y su “occidentalización” a manos del Quentin Tarantino de Kill Bill (2003). Una obra que volvía a experimentar con la composición de página y la trícromia al servicio de un argumento más elaborado que alternaba los flashbacks del trágico pasado de la protagonista con su misión de venganza en el presente.
Mas o menos para entonces el webcomic había adquirido la suficiente repercusión como para que la editorial Dark Horse le ofreciese a Santos la posibilidad de crear una edición en papel manteniendo el formato apaisado y el coloreado original. Con todo el cambio de soporte obligó al autor a realizar una labor de adaptación que además del rediseño de algunas páginas incluía la escritura de diálogos que diesen un mayor empaque al argumento aun cuando la narración seguía siendo puramente visual.
Ya con el apoyo de Dark Horse, en 2015 aparecería la tercera entrega (Sin Piedad para la Hermana María) donde la trama adoptaba un formato coral. En esta ocasión tanto Kaiser como Christy reciben el encargo de encontrar a la desaparecida mujer de un jefe de la mafia que se esconde en un monasterio. Un trabajo nada fácil ya que la elevada recompensa acaba atrayendo a los mayores asesinos y cazarrecompensas del mundo, dispuestos a todo para que nadie les arrebate su premio. El resultado era una orgía de disparos y muertes que, en esta ocasión, fijaba su inspiración en los violentos westerns de Sam Peckinpah, compartiendo con este tanto su espectacular visión de la violencia con gran detalle como el tono a ratos elegíaco de las andanzas de los diferentes sicarios entre los que (a modo de universo compartido) figuraban personajes de otras obras del autor. Asimismo en esta tercera parte Santos rompía con la estética previa al incluir más colores (azul, amarillo, verde) aunque manteniendo el uso del sombreado con amplias masas de negro.
Reclamado para proyectos de renombre y contando una reciente adaptación cinematográfica protagonizada por Mads Mikkelsen y producida por Netflix, Santos ha decidido cerrar (¿definitivamente?) la saga con la publicación de un cuarto volumen que adopta un tono crepuscular devuelviendo el protagonismo absoluto a Kaiser. Una historia donde el veterano ejecutor se ve incapaz de huir de su propio pasado violento, convirtiéndose en la presa de un joven asesino que espera labrarse la fama liquidando al más legendario de los sicarios. Una historia con tintes de despedida evidentes en el avejentado aspecto del protagonista cuyo desenlace no conviene desvelar y donde el aspecto gráfico vuelve a los orígenes con un crudo blanco y negro con apenas color extra. Quizá para el protagonista este sea el final del camino, pero conviene vigilar de cerca a un autor que, sin renunciar a sus referentes reconocidos y reconocibles, ha logrado desarrollar un estilo propio con el que, como sus implacables personajes, nunca falla cada vez que acepta un trabajo.
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