Estela Plateada: Parábola(s) de un surfista cósmico
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De entre los miles de personajes que pueblan el universo Marvel posiblemente Estela Plateada sea uno de los más originales y fascinantes. Su diseño gráfico tan sencillo como impactante, el trasfondo cósmico de sus aventuras y la mezcla de idealismo y tragedia que define su personalidad provocaban interés ya desde su primera aparición en aquel emblemático Fantastic Four #48 USA, obra de Stan Lee y Jack Kirby. Una fascinación extensible no solo a los lectores, que convirtieron al personaje en un icono que llegaría a ser adoptado por la contracultura de la época, sino también a los profesionales del medio. Durante años el propio Lee impuso una suerte de veto creativo por el cual él era el único autorizado a escribir sus aventuras, destacando especialmente una primera serie regular de dieciocho números ilustrada por John Buscema. Serie que inicialmente supuso un fracaso de ventas en EE.UU. pero que curiosamente logró un gran éxito en Europa.
Uno de esos lectores fascinados por la figura del heraldo plateado fue precisamente un joven dibujante francés llamado Jean Giraud cuya vena creativa más experimental unida a su amor por la ciencia ficción acabarían originando un “otro yo” artístico llamado Moebius, responsable de obras como El Incal o El Garaje Hermético donde Silver Surfer y su estética cósmica podrían encajar sin desentonar un ápice. A nadie le extrañó que cuando en 1988 Marvel propuso al dibujante francés una colaboración este se decantase automáticamente por Estela Plateada, siendo el propio Stan Lee el encargado de la trama.
Dado el carácter excepcional que quería darse a la historia esta fue publicada por Epic, sello independiente a la continuidad y destinado a un público a priori más adulto. No era la primera vez que esto ocurría: diez años atrás y con el objetivo de explorar el recién creado concepto de “novela gráfica”, Marvel había publicado Silver Surfer: The Ultimate Cosmic Experience, un especial donde los propios Lee y Kirby (en lo que fue no solo su ultima colaboración, sino también el último trabajo del dibujante para la editorial) volvieron a contar el origen del personaje con la llegada de Galactus a la Tierra para devorarla. La diferencia es que esta nueva versión prescindía del resto de universo Marvel y sus personajes presentando un mundo sin superhéroes y con una narración que subrayaba el halo de metáfora religiosa de la premisa, mostrando al devorador de mundos como un dios mitológico.
En cierta manera la trama de Parábola puede considerarse una suerte de secuela de aquella historia, ambientada una Tierra futurista a la que Galactus retorna presentándose esta vez no como un ente destructor, sino como un dios salvador. Su objetivo es engañar a la humanidad para sacrificarse en su nombre y así romper el juramento que le impide devorar el planeta. Sin embargo un desencantado Norrin Radd, quien lleva años vagando entre los humanos oculto como un mendigo callejero, descubre la estratagema de su antiguo amo e intenta romper el engaño para volver a salvar nuestro mundo. Pese a que Parábola hace gala de todos los tics propios de los guiones de Lee (textos de apoyo redundantes, soliloquios afectados de los personajes y un tono aleccionador a ratos demasiado evidente) la trama funciona como un tiro, incluyendo asimismo una lúcida y no demasiado amable lectura sobre la fe y la religión, mostrando como nuestro deseo sincero de creer en algo mayor puede ser retorcido y malogrado. Y como la propia condición humana nos hace crédulos y complacientes, confiando en un poder superior ajeno en vez de asumir nuestras propias responsabilidades.
Claro que el plato fuerte de esta miniserie de dos entregas estaba en el apartado gráfico. Favorecido por el llamado método Marvel del guión (que dejaba amplia manga ancha para el lucimiento del dibujante), Moebius dio rienda suelta a su trazo más estilizado y experimental, logrando páginas donde la rotundidad de Galactus y lo esbelto del surfista plateado logran impactar como no sucedía desde el propio Kirby. Asimismo el diseño de página y la distribución de viñetas obra del propio Moebius presentan una narración mucho más fluida de la habitual en el cómic norteamericano de aquella época, dando al resultado un tono peculiar al que también contribuyó el uso de colores de tonos pálidos. Un detalle este último trastocado en posteriores reediciones en favor de una paleta más elaborada pero al mismo tiempo más artificial.
Parábola fue la única colaboración de Moebius con el personaje pero su versión caló hondo en autores posteriores (ahí está la versión del personaje a cargo de Ron Garney a finales de los 90) e incluso pasó a formar parte del imaginario popular (véase el famoso diálogo del film Marea Roja (1995) donde dos personajes discuten sobre si la versión del francés es superior o no a la de Kirby). Tal fue el impacto que a finales de los 90 incluso se llegó a preparar una secuela escrita por los franceses Jean-Marc y Randy Lofficier (colaboradores habituales del propio Giraud) y dibujada por el mexicano José Omar Ladronn, artista muy influenciado en aquella época por el Kirby más clásico y que años más tarde acabaría ilustrando el volumen final de El Incal. Una secuela cuya interesante premisa presentaba al Estela Plateada de la continuidad principal viajando al mundo alternativo de Parábola para encontrarse con la versión de sí mismo creada por Moebius, convertida ahora en un esclavo a las órdenes del Jefe Supremo (Overlord), uno de los villanos clásicos de la citada primera serie regular del personaje. Un argumento que contaba con las apariciones del Dr. Extraño e Iron Man (este último luciendo una armadura basada en diseños del propio Moebius) pero que desgraciadamente fue cancelada debido a los cambios de dirección en la editorial, quedando como único vestigio de la misma unas pocas páginas dibujadas localizables en la web de los guionistas.
Lo que si nos queda es el trabajo de Lee y Moebius, recuperada de nuevo por Panini Cómics en un vistoso formato a la altura de su calidad. Una obra singular por su mezcla de talentos provenientes de distintas geografías y con diferentes formas de entender y hacer cómics. Pero también por el momento en que fue gestada, a caballo entre la concepción más clásica del superhéroe y el revisionismo de sus premisas desde un prisma adulto. Una singularidad que, tres décadas después, sigue manteniendo intactas su frescura e interés.
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