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100% Marvel HC - El Castigador: Zona de Guerra Comic Digital
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"Un cobarde muere mil muertes; un valiente, sólo una vez" Adan Destine / Clandestine #5
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100% Marvel HC - El Castigador: Zona de Guerra

Frank Castle se infiltra en las filas de la familia Carbone para acabar con ellos

Un artículo de José María Pérez Cuajares - Introducido el 07/12/2019
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A principios de los años 90, la popularidad del Castigador estaba llegando a su límite. Desde que años atrás llegasen Steve Grant y Mike Zeck y su Círculo de Sangre, recopilada hace poco por Panini en un indispensable tomo en tapa dura, los fans pedían más y más historias sobre Frank Castle, el policía que había perdido a su familia a manos de la mafia y desde entonces perseguía el crimen como si de un justiciero urbano salido de las películas de Chales Bronson se tratase. Nuevas cabeceras, recopilatorios, series limitadas... todo valía para darle a los ansiosos lectores su dosis del personaje, hasta que en marzo de 1992 llegó a las librerías la primera entrega de Castigador: Zona de Guerra. La nueva cabecera prometía un enfoque aún más adulto y brutal que el resto de series, y aunque ahora podamos ver miembros amputados hasta en los dibujos animados, en los tiempos del Comics Code, esto era una afirmación muy tentadora. Firmada por Chuck Dixon, un gran conocedor del personaje, e ilustrada nada menos que por John Romita Jr., la serie reventó todos los records de ventas existentes con una fórmula tan sencilla como efectiva: Dixon sabía bien lo que los fans buscaban en este tipo de series, y por eso la violencia aparecía en cada una de las páginas, y los casquillos, como ocurre en la propia portada del tomo, vuelan hacia el lector metiéndole de lleno en la historia que está a punto de comenzar.


El primer número sienta bien las bases para los nuevos lectores, si es que los había por aquel entonces, ya que el Castigador rivalizaba en popularidad por aquellos entonces con Spiderman o Lobezno. Una primera escena con rehén nos sirve para situarnos y saber que Castle es capaz de (casi) cualquier cosa en su lucha contra el imperio de la droga. Luego recuperaremos su complicada amistad con Microchip, aliado y “compinche tecnológico” de nuestro antihéroe, y hasta tendremos tiempo de viajar a Colombia para conocer a Shotgun y sus brutales métodos de extorsión, algo que nos será muy útil cuando comparta aventuras con el Castigador. Sin embargo, la memorable escena de la tortura, eficaz e hilarante al mismo tiempo, nos servirá para conocer a Micky Fondozzi, un don nadie al que Castle convencerá para infiltrarse en la mafia con el seudónimo de Johnny Tower. Esta será la trama que nos acompañará durante todo el volumen, publicada por vez primera en nuestro país y que tiene a la familia Carbone como nuevo objetivo para el Castigador.


La otra parte fundamental para conocer el impacto de esta historia tiene nombre propio: John Romita Jr., y es que el artista, fuertemente vinculado a Marvel por los lazos familiares con ésta, fue uno de los pocos dibujantes hot del momento que no aceptó la jugosa oferta de Image y decidió permanecer en la editorial. A él le debemos varios de los momentos más salvajes del tomo, algunas páginas dobles en sentido vertical y las poses más imposibles que se le recuerdan, al menos hasta su llegada a Spiderman. Romita Jr. se hizo cargo de los primeros ocho números de la serie, siendo sustituido por Mike Harris en los tres siguientes, con un estilo bastante similar al artista, cosa que se agradece para que el lector pueda continuar con la historia sin salirse de la misma, con los que concluyen la saga de la familia Carbone antes mencionada y que hoy ven la luz de forma íntegra por vez primera. Tenemos aquí un explosivo coctel de acción, aderezado por secundarios de frases lapidarias, persecuciones imposibles y un Castle, al que Romita Jr. se encargaría de hipermuscular para estar acorde con el canon noventero, que cuestiona sus propios límites a la hora de conseguir sus objetivos. Un cómic fruto del tiempo en que vio la luz por primera vez, pero que se disfruta hoy de igual forma si nos acercamos al tomo sin mayores prejuicios y con la sana intención de disfrutar de su lectura.


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