Deathstroke: Primera Temporada – Arkham Haced sitio para el nuevo residente del Asilo Arkham
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Deathstroke es uno de esos villanos excepcionales que consiguen introducirse en la mente de los lectores y hacerles preguntarse si no desearían, aunque sea en un apartado y vergonzoso rincón de su mente comiquera, que triunfaran sobre el héroe de turno debido a su personalidad, capacidades y los buenos ratos viñetiles que les ha regalado. Desde sus inicios en el lejano The New Teen Titans #2 (1980), Slade Wilson se ha convertido en uno de esos personajes que han ido ganando relevancia con cada nueva aparición sin traicionar la esencia que lo hace único -bueno, menos esos lapsos de tiempo en que los villanos que consiguen saltar al estrellato juguetean con esa idea de pasarse al bando de los buenos- gracias a su capacidad para adentrarse en la mente de sus bienintencionados enemigos.
Desde que Christopher Priest se hizo cargo de su colección con la llegada de Renacimiento, la serie nos ha presentado una versión increíble del imparable asesino y el buen hacer del guionista nos ha devuelto al Slade más salvaje y despiadado que, sin embargo, se debate con algo parecido a un código moral funcional.
Tras los hechos narrados en el título en las últimas entregas, nuestro protagonista ha dado con sus huesos en uno de los pocos lugares del mundo que tiene alguna esperanza de mantenerlo encerrado: el Asilo Arkham para Criminales Dementes. Allí cruzará su camino con la doctora Sophia Evans, terapeuta que conseguirá establecer un nexo con la parte más humana de Wilson; Devon, extraño personaje con más de un problema mental que se convertirá en aliado de Deathstroke contra una inminente invasión alienígena -sí, habéis leído bien pero hablaremos más del tema más adelante..-; y, por supuesto, la plana mayor de residentes del psiquiátrico más famoso del cómic con Mr. Frío, , Víctor Zsasz, Dos Caras y un Hugo Strange que esconde más de un plan para nuestro sufrido protagonista.
El arte de Fernando Pasarín y Carlo Pagulayan se convierte en otro de los atractivos del título gracias a su trazo limpio, dinamismo y atención al detalle. Ambos dibujantes captan a la perfección esa sensación constante de no saber si lo que leemos es real o una alucinación ocasionada por la potente medicación administrada a Deathstroke, sensación con la que Priest juega magníficamente introduciendo elementos imposibles en la trama -como ese abducción extraterrestre al final del primer número que tendrá consecuencias desastrosas para el futuro de nuestro protagonista y para Death Masque, álter ego ¿superheroico? de Devon-, continuas reencarnaciones y cambios de escenario inesperado.
Por si todo esto fuera poco, Dos Caras escapará y secuestrará a Rose -que, además, está poseída por el espíritu de una princesa guerrera llamada Willow obsesionada con acabar con una banda criminal a la que culpa de la muerte de una amiga- para liberar al asesino interior de Deathstroke y “curarle” de esa conciencia que parece estar ocasionándole más de un problema en su profesión. Además, el enfrentamiento de Slade y Devon contra los temibles Pulorianos se saldará con la muerte de inocentes -¿existen siquiera esos alienígenas?-, lo que pondrá a Slade en el punto de mira de Damian Wayne y los Jóvenes Titanes y nos ofrecerá la segunda gran saga recogida en este tomo de ECC Ediciones: La Agenda Terminus.
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