Dinastía de X - Potencias de X: (R)evolución mutante.
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Lo reconozco: quien esto escribe estaba prácticamente desenganchado de las series mutantes desde hace años. Y es que pese a historias competentes a cargo de autores a priori interesantes (Ed Brubaker, Peter Milligan, Mike Carey, Jason Aaron, Jeff Lemire) ninguna de ellas parecía querer/poder/atreverse a llevar a los hijos del átomo a dar un paso adelante como en su día hizo Grant Morrison, cuyos principales logros acabaron siendo revertidos por la editorial para volver al status quo previo sin apenas cambios. Cada giro argumental, cada idea teóricamente revolucionaria presentada desde entonces, parecía incapaz de desprenderse de la sensación de estar reinventando la rueda. Bien con historias en forma de revelaciones que reescribían lo ya conocido (¿Cuántos secretos más podía guardar el Profesor X?), bien en forma de remakes virtuales de viejas tramas (eventos como La Era de X no dejan de ser un remix conceptual de La Era de Apocalipsis) e incluso recuperando el pasado de manera literal: ahí está la etapa firmada por Brian Michael Bendis centrada en el regreso -vía viaje temporal- de la formación original creada por Stan Lee y Jack Kirby en 1963. Un panorama que ni molestaba ni entusiasmaba sino todo lo contrario mientras razones externas (léase derechos cinematográficos) rebajaban aún más la posición de las series-X frente al resto de la editorial.
Pero he aquí que como parte de su más reciente renovación editorial en Marvel decidieron poner la franquicia en manos de Jonathan Hickman. Guionista de ideas ambiciosas diseñadas para funcionar a largo plazo, con filiación por la ciencia ficción pura y dura antes que por la tradición superheroica más clásica y un especial talento para la creación de mundos propios, no es la primera vez que Hickman redefinía una parcela concreta de la editorial (sus etapas en Los 4 Fantásticos y Vengadores) o al propio universo Marvel en pleno (las miniseries S.H.I.E.L.D y Secret Wars).
Señalando el nuevo punto de partida a través del cierre de las dos series regulares, la etapa mutante de Hickman se inicia con dos miniseries de publicación y lectura paralelas: Dinastía de X y Potencias de X (House of X y Powers of X en el inglés original). En ambas un recuperado Charles Xavier decide dar un giro a su visión sobre la raza mutante: tomando como base la isla viviente de Krakoa funda su propia nación soberana para mutantes, otorgando a la raza humana a cambio de dicho reconocimiento tres dones que mejoren su existencia desarrollados mediante la combinación de diversos talentos mutantes. Un nuevo status quo político y racial que no todos parecen dispuestos a admitir provocando la creación de Orchis, una alianza de organizaciones como Shield, Hydra, IMA y otros grupos antagónicos unidos en su común miedo a la extinción a manos de los mutantes. Miedo que planean atajar creando un nuevo y más avanzado programa Centinela como respuesta.
Hickman intercala esta trama -que incluye la reconversión para la causa de Xavier no solo del siempre ambiguo Magneto, sino de villanos como Mr. Siniestro, Apocalipsis o los miembros del Club Fuego Infernal - con otras dos líneas argumentales. En la primera se recupera un viejo personaje dándole un giro insólito: la difunta Moira MacTagger, a quien Hickman revela como una mutante con el poder de la reencarnación. Una habilidad que le permite reiniciar su vida después de cada muerte reteniendo el recuerdo detallado de anteriores existencias. Diferentes vidas en las que su interacción con Xavier y el resto de mutantes han llevado a muy dispares resultados. La segunda presenta una continuidad futura generada a partir de los sucesos presentes que nos lleva a épocas sitas un siglo y un milenio en el futuro que incluyen respectivamente una raza híbrida entre centinelas y humanos liderados por una nueva versión de Nimrod (fruto de los esfuerzos de Orchis) y la reaparición de La Falange, la raza de alienígenas tecnorganicos que procede a asimilar a esa mentada raza post-humana resultado de la guerra entre mutantes y maquinas.
El resultado es un encaje de bolillos que utiliza la continuidad pasada, presente y futura de la franquicia para ejecutar un doble salto mortal con pirueta y tirabuzón y que el guionista procura hacer más asequible al lector recurriendo esos esquemas gráficos diseñados por él mismo tan frecuentes en sus cómics. El guión maneja elementos definitorios de la franquicia como las tensiones raciales y el contraste entre las diferentes formas de afrontarlas; la idea de un santuario y un refugio para los portadores del gen mutante donde desarrollar una sociedad y cultura propias; o las paradojas temporales con especial predilección por los futuros apocalípticos. Pero lo hace logrando darles una pátina nueva al mismo tiempo que aporta un componente de impredecibilidad insólito no solo en la franquicia mutante, sino en el cómic mainstream de los últimos años. Y es que a medida que Hickman va moviendo sus piezas por el tablero, el lector nunca está seguro de lo que va a pasar a continuación. Y cuando cree que lo está, acaba sucediendo algo que le demuestra lo contrario.
Otro aspecto destacado más allá de la construcción y desarrollo argumental es la revisión que el guión hace de ciertos personajes y sus poderes, dándoles un nuevo estatus que nos hace mirarlos con otros ojos. Más allá de la citada revelación sobre Moira, Hickman reinventa a personajes como Cifra, Elixir, Hope o el propio Profesor X encontrando nuevos usos a sus habilidades, haciéndolas funcionar conjuntamente de forma insólita. Por otro lado, y dada la dimensión del argumento, quizá se nota en falta ver como este afecta al resto del universo Marvel, que tiene en estas páginas una presencia testimonial pero muy interesante –como la tensión entre los 4 Fantásticos y los mutantes ante la petición de estos últimos de reclamar a Franklin Richards como parte de su nueva nación-. Pero de hacerlo posiblemente la historia habría implicado una serie de concesiones y una pérdida de control creativo que habrían impedido un resultado donde todas las piezas encajasen sin aparentes fisuras.
Aunque Hickman sea la principal fuerza creativa parte del resultado también corresponde a Pepe Larraz y R. B. Silva, dibujantes de ambas miniseries que no solo cumplen con lo esperado en una historia de estas características, sino que se lucen visualizando tanto los idílicos entornos de Krakoa como a los personajes que pueblan el posible futuro(s) y sus ambiente distópico o las diferentes versiones de las vidas de Moira, mediante un dibujo detallado, de personajes expresivos y con un inteligente uso del color y sus aplicaciones digitales (especialmente en el diseño de los miembros de la Falange). Ambos dibujantes muestran un estilo propio pero perfectamente complementario con el de su compañero, aportando así una agradecida homogeneidad que beneficia a la visión de ambas series como un todo único.
Tras los doce capítulos que conforman ambas miniseries, la franquicia mutante afronta el inicio de una nueva etapa apropiadamente llamada Amanecer de X, que incluye el relanzamiento de X-Men y Los Nuevos Mutantes a cargo del propio Hickman mientras que el resto de cabeceras –que incluyen títulos habituales como X-Force, X-Factor y Excalibur junto a otros largo tiempo olvidados como Ángeles Caídos o Los Merodeadores- corren a cargo de una serie de guionistas y dibujantes seleccionados para la ocasión por el propio guionista. Es pronto para saber si las semillas de esta reinvención darán frutos de entidad propia o por el contrario serán flores de un día destinadas a ser barridas por la enésima ventolera editorial. Lo que sí podemos asegurar es que la dupla Dinastía-Potencias de X supone desde ya un meritorio punto y aparte en la trayectoria de los portadores del gen-X que ningún lector, ya sea habitual y ocasional, debería dejar pasar por alto.
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