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Marvel Héroes #97 – Cable y Masacre #2: Civil War Comic Digital

critica

Patrulla-X #35

“Erase una vez un telépata mutante llamado Charles Xavier”

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"Bajo el traje... bajo la piel... soy un animal. Y no se puede confiar en mí." Lobezno / Lobezno Origen #5
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Marvel Héroes #97 – Cable y Masacre #2: Civil War

Panini nos ofrece la culminación de esta simpática propuesta marveliana

Un artículo de Javier Jiménez Jiménez - Introducido el 29/02/2020

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Desde su creación en los lejanos y conflictivos años 90, Masacre se ha convertido en uno de los más populares personajes del universo Marvel. Gracias a su imparable locura, incontrolable verborrea e imbatible conexión con los lectores, el personaje ha quedado grabado en el imaginario popular en los últimos años gracias al apasionado trabajo y absoluta devoción de Ryan Reynolds en sus interpretaciones cinematográficas pero, no podemos ni debemos olvidar, que Masacre llegó de la mano de Fabian Nicieza y el insuperable Rob Liefeld en el ya lejanísimo Los Nuevos Mutantes #98 (1991) y que en esa primera aparición ya cruzaba su destino con el estoico Nathan Summers, personaje al que quedaría conectado de manera casi indisoluble en su futuro comiquero y fílmico.

ROB! ha hablado mucho de los orígenes del Mercenaro Bocazas y, a lo largo de los años, hemos descubierto su imperecedero amor por su creación que, como solía suceder en todas la propuestas de los “alocados” noventa, nacía de una filosofía muy diferente a la hora de acercarse a la creación de los cómics. Era años que pertenecían a los dibujantes y en los que el guión siempre debía estar al servicio de esos dientes apretados, féminas con poderes de contorsión que bordeaban el espanto, uniformes con carteritas a cascoporro y tantos dientes apretados como cabían en veinte bocas por personaje. Y creednos si os decímos que nada resume más toda aquella corriente que ROB!


La colección de Nuevos Mutantes se encontraba en horas bajas a su llegada pero el epatante desembarco de Liefeld en la franquicia mutante se tradujo en cifras millonarias que llevaron a un relanzamiento sin precedentes y a la creación de X-Force, ejemplo supremo de cómic noventero y culpable absoluto del emparejamiento definitivo y popularidad de Cable y Masacre. Por supuesto, Marvel debía monetizar ese éxito y comenzó a plantear títulos centrados en el Mercenario Bocazas que, de la noche a la mañana, conquistó ese nicho de mayor número de apariciones invitadas en la editorial que, hasta aquel momento, se disputaban mes a mes los célebres Spiderman y Lobezno.

Pero, ¿qué hay de Nicieza?


Como todos sabemos, la creación de Image alejó a Liefeld y al grupo de artistas hot del momento de la Casa de las Ideas pero Nicieza, co-creador del personaje, continuó en la compañía y muy vinculado a la franquicia mutante y, por añadidura, a Masacre. De esta manera, la editorial intentó seguir sacando beneficios de los imposiblemente interminables soliloquios e incontables voces internas que escuchaba Wade Wilson gracias a su introducción en múltiples tramas de la época y en la sobreexplotación del personaje hasta límites sólo posibles en el mundo de la viñeta.


Ya en 2004, Marvel lanzó una nueva propuesta que uniría de nuevo a Cable y Masacre y que estaría guionizada por Nicieza y dibujada por un artista con indiscutibles influencias imagineras y liefeldianas llamado Mark Brooks. La propuesta, como no podía ser de otra manera, se sustentaría sobre las muy diferentes personalidades de sus protagonistas, las laberínticas paradojas temporales propias de la franquicia mutante y el dinámica parloteo del cuestionable mercenario.

Y así llegamos a este tomo que nos ofrece ahora Panini y que recoge las últimas veinticinco entregas de las cincuenta que compusieron finalmente esta colección. Tras los hechos narrados en el anterior volumen, Cable ha desaparecido e ido a parar al pasado donde cruzará su camino con una versión anterior del implacable Apocalipsis. El guionista utiliza esta historia para traer de vuelta al célebre antagonista mutante y sembrar las ideas que irían conformando la etapa de la franquicia de aquellos años. Viajes en el tiempo, pasados que dan paso a futuros distópicos y una inesperada seriedad solo salpicada por los desquiciados monólogos de Masacre se unen en esta primera saga que servirá de prólogo a lo que está por venir en este volumen.


No se vayan todavía… Aún hay más


Nicieza también se dedica a recuperar tantos personajes, relaciones y tramas como pueda recordar dando de esta manera una sensación de finalización a muchas de las historias olvidadas de la franquicia mutante. Momentos como el reencuentro entre Masacre y Comadreja, la reunión de los antiguos amantes Dominó y Cable, la repesca de integrantes de los Thunderbolts o la reinstauración definitiva de Apocalipsis como amenaza de primer orden sirven tanto para aquellos lectores que se acercaban a la colección por primera vez como para devotos lectores mutantes de toda la vida.


Por supuesto, la llegada de la guerra civil marveliana se deja sentir en la serie y nos presenta una situación totalmente imprevista e inesperada: el fichaje de las fuerzas gubernamentales de Masacre como policía pro-Acta de Registro Sobrehumano y cazador de todos aquellos héroes que se niegan a desvelar su identidad y formar parte de la polémica ley nacida con motivo de la desgracia de Stamford. El carácter irreverente y anárquico de Wilson hacía impensable que fichará por los “malos” de esta saga y, aún así, su participación en esta realidad en la que un mercenario sin escrúpulos como él puede estar del lado de la ley y perseguir al Capitán América se convierte en uno de los puntos esenciales de su crecimiento como personaje.

El apartado gráfico es quizás uno de los puntos más débiles de esta propuesta debido, sobre todo, al constante baile de dibujantes y a la escasa calidad de algunos de ellos. Sin embargo, todo esto queda solucionado gracias a las imprescindibles páginas resumen en el que nuestro protagonista rompe continuamente la cuarta pared ofreciéndonos algunos de los mejores gags de la colección.


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