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Series son Amores - Hunters: Función doble de cazadores nazis setenteros Comic Digital
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Series son Amores - Hunters: Función doble de cazadores nazis setenteros

Amazon se marca un tarantinazo con su nueva propuesta televisiva

Un artículo de Jose Mª Amores y JJJ - Introducido el 18/03/2020
Series son Amores - Hunters: Función doble de cazadores nazis setenteros

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Desde que Amazon Prime anunció el lanzamiento de esta serie producida por el recién llegado David Weil y el extremadamente interesante Jordan Peele (En los Límites de la Realidad (2019), Nosotros, Déjame Salir o la próxima Candyman), la polémica podía palparse en las ondas televisivas. No olvidemos que nos encontramos ante una serie que pone el foco en un grupo de cazadores de nazis operando en los Estados Unidos y que el panorama político actual no está exactamente calmado en aquellos lares -porque ya sabéis, según el iluminado Trumphay personas malas en ambos lados”-.

Hay que reconocer que la propuesta no esconde sus intenciones en ningún momento y que está cargada de mala leche y salvajismo a partes iguales. Cuando la premisa de tu serie se soporta sobre un grupo que busca venganza contra algunos de los más horribles y abyectos actos realizados en la historia de la humanidad, no puedes sorprenderte al enfrentarte a un show agresivo en todos los niveles a los que puedas analizarlo. Agresivo en su planteamiento, provocador en su ejecución y belicoso en cada una de sus escenas… Eso es lo que caracteriza a Hunters: su apuesta a todo o nada por mostrar los ignominiosos horrores de sus villanos para que las, a su vez, infames decisiones de nuestros protagonistas queden justificadas.


El problema es que ese equilibrio necesario entre entretenimiento de explotación (exploitation entertainment que dirían los angloparlantes) y esas escenas en las que viajamos a las atrocidades de los campos de concentración nazi es algo muy complicado de conseguir y Hunters nunca permite al espectador saltar de un lado a otro de manera orgánica. En un momento estamos asistiendo a la preparación de alguno de los elaborados golpes contra los objetivos de nuestro grupo protagonista y escuchando alguno de los chistes de mal gusto lanzados por un genial Josh Radnor para, acto seguido, ser lanzados a escenas como la del grupo de músicos prisioneros que se niega a seguir el programa alemán y que helará la sangre de cada uno de los espectadores del episodio.

Lo que sí dejan claro los creadores desde el primer momento es que no van a tener muy en cuenta los hechos históricos más allá de su inspiración en el grupo de justicieros real de mediados del siglo XX y la Operación Paperclip, que llevó a multitud de criminales alemanes a Estados Unidos para ayudar en la investigación y desarrollo de la industria e intereses norteamericanos. Más inspirados por Quentin Tarantino y films suyos como Malditos Bastardos, Django Desencadenado o Érase una vez en… Hollywood, los guionistas deciden olvidar el rigor histórico en favor de la acción y la construcción de estos antihéroes que parecen arrancados de esos cómics que nuestro protagonista no para de citar desde el primer capítulo.


Quiero hacer un inciso en este momento y aclarar que cuando hablamos de falta de rigor histórico nos referimos exclusivamente a la parte del show que se desarrolla en la actualidad, es decir, el Nueva York de 1977. Desgraciadamente y para vergüenza de la raza humana como conjunto, las despreciables y degeneradas barbaries perpetradas por los nazis durante la II Guerra Mundial están bien documentadas -aunque en algunos casos parece que también se han tomado alguna licencia- y, en una época en la que el mundo está olvidando los peligros del racismo y los fascismos, es importante que nos aseguremos de frenarlos de manera tajante antes de que destruyan todas las libertades por las que hemos luchado. Es vergonzoso que existan sujetos impresentables que se permitan negar la realidad de una catástrofe como los campos de exterminio nazi y es deber de toda la humanidad desacreditar su pavoroso discurso de todas las maneras posibles.

Centrándonos ahora un poco en el aspecto argumental, la serie tiene lugar en Nueva York durante el verano de 1977 y nos cuenta la historia de Jonah Heidelbaum (Logan Lerman), joven judío que vive con su abuela y que ha dejado los estudios para vender droga y poder mantener su humilde existencia. Sin embargo, las extrañas circunstancias que rodearán el asesinato de su abuela le harán encontrarse con el misterioso Meyer Offerman, interpretado brillantemente (¿acaso sabe hacerlo de otra manera?) por Al Pacino, que lo introducirá en una sociedad secreta que busca venganza por los crímenes nazis cometidos por los criminales escondidos en EE.UU.


A partir de este momento, Jonah se verá empujado a un mundo en el que un equipo de cazadores formado por Offerman; Roxy Jones (Tiffany Boone), madre separada afroamericana; Lonny Flash (el citado Radnor), actor judío con aires de grandeza y maestro del disfraz; Murray y Mindy Markowitz (los geniales Saul Rubinek y Carol Kane), matrimonio superviviente al holocausto y expertos en armamento y comunicaciones; Joe Mizushima (Louis Ozawa), estoico exsoldado que desempeña las tareas de brazo fuerte del equipo; y, por supuesto, la Hermana Harriet (Kate Mulvany), monja británica con contactos en el MI6 y más de un secreto en la recámara.


Desgraciadamente, la llegada de una rebelde agente del FBI interpretada por Jerrika Hinton (vista en Anatomía de Grey o Here and Now) pondrá en jaque las operaciones del grupo mientras una creciente facción del nazismo estadounidense liderado por la enigmática Coronel -complicado papel a cargo de una espectacular Lena Olin- planea un brutal ataque terrorista. No podemos dejar de mencionar el sublime trabajo de Dylan Baker (The Good Wife) que consigue con su intervención como Biff Simpson, Subsecretario de Estado de la administración Carter y nazi oculto convertirse en uno de los villanos más desagradables del año catódico.

En resumen, una interesante apuesta televisiva que se habría beneficiado de un mayor equilibrio en su estilo, una menor explotación de su búsqueda de la molonidad por la molonidad -no todo el mundo puede ser Tarantino- y quizás un inferior número de entregas. Aún así, se lo vamos a perdonar y a esperar con ganas una segunda temporada gracias a ese brillante cliffhanger que pondrá los pelos de punta a todos los espectadores de bien.


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