Grandes Tesoros Marvel #3 – La Patrulla-X: Los Hijos del Átomo Joe Casey y Steve Rude nos transportan a los comienzos de la Patrulla-X
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No cabe duda de que Panini ha dado en el clavo con esta apuesta por publicar algunos de sus más visualmente atractivos títulos en un formato de lujo perfecto para todos aquellos que buscan admirar la belleza del mundo de la viñeta. Con las dos propuestas anteriores, los aficionados pudieron disfrutar del arte del inigualable Moebius (Estela Plateada: Parábola que, además, cuenta con guiones del mismísimo Stan Lee) y de un Esad Ribic en estado de gracia (Loki del guionista Robert Rodi).
Ahora llega el turno de otra entrega dedicada a la franquicia mutante y a uno de esos proyectos que, a mediados de los noventa, buscaban acercar el catálogo de colecciones Marvel a una nueva generación de lectores. Cualquiera que se pasara por allí, sabe que esa década puede considerarse una de las más tumultuosas de la historia del cómic USA debido, en gran medida, a la burbuja viñetera y a la instauración definitiva de una corriente que primaba el dibujo -con cuantos más dientes apretados, poses imposibles y hombreras enormes mejor- sobre cualquier tipo de guión coherente.
Esta época fue aún más “catastrófica” en Marvel que vio como toda una nueva generación de dibujantes que había visto crecer con ellos, decidía independizarse y crear una editorial propia con la que explotar los réditos de su apuesta por la acción, la espectacularidad y los personajes de anatomía distraída. Aún así, la Casa de las Ideas lanzó una serie de propuestas para hacer más llevadera la continuidad -palabra muy temida por todos aquellos que ven el cómic como puro negocio- y captar nuevos lectores con los que llenar sus menguadas arcas. Esta época es la que vio nacer propuestas como el universo Ultimate, Heroes Reborn o la desafortunada Spiderman: Capítulo Uno, retelling del origen del trepamuros con John Byrne al frente que aún produce escalofríos a todos los que lo descubrieron en aquellos días.
Sin embargo, no todo iban a ser fracasos. Los poderes fácticos marvelitas de aquellos días también decidieron intentar captar la atención de los lectores con propuestas como la que Panini recoge en este impresionante volumen. Joe Casey era un guionista que había llamado la atención gracias a su trabajo en Cable, serie que tras la marcha de Rob Liefeld había estado un poco a la deriva en el terreno de repercusión y ventas. Gracias a su trabajo y al apabullante arte de Ladronn, la colección había entregado una de sus mejores etapas al adentrarse de lleno en la ciencia-ficción con regusto europeo.
El objetivo propuesto al guionista no era nada fácil: adecuar los orígenes de los miembros originales de la Patrulla-X y ofrecernos un relato de los días anteriores a la creación del grupo mutante. Además, para asegurar la trascendencia del título, el dibujo correría a cargo del formidable Steve Rude, artista con un estilo claro curtido en la independiente Nexus y confeso seguidor de genios de la viñeta como Jack Kirby o John Romita Sr.
Casey optó por entregarnos una historia que se mueve entre la nostalgia y la innovación, tomando los conceptos que funcionaban de la franquicia para mirarlos desde un nuevo prisma que los acercara a las nuevas generaciones. De esta manera, el escritor toma momentos oscuros de la vida de nuestros protagonistas -los abusos sufridos por Scott Summers, los problemas nacidos del desarrollo de los poderes mutantes o los catastróficos eventos que llevaron a la llegada de Jean Grey o Bobby Drake a la escuela de Xavier- y los introduce en una trama que nos presenta elementos políticos y sociales que, desgraciadamente, podemos seguir encontrando en nuestra sociedad actual.
El mundo está comenzando a conocer la existencia de los mutantes y, debido al miedo y la sospecha imperante, el agitador William Metzger está ganando popularidad y reclutando adeptos para sus milicias antimutante. Es entonces cuando el agente del FBI Fred Duncan será escogido para encargarse de las investigaciones mutantes de la agencia lo que lo pondrá, inevitablemente, en la mira de Charles Xavier que solicitará su ayuda para entrar de incógnito en una escuela que parece reunir bastantes estudiante con habilidades extraordinarias.
A partir de aquí, el escritor nos ofrece un guión repleto de grandes momentos que nunca deja de sorprender al lector y ofrecerle una perfecta mirada a esa época de creación de leyendas que es el comienzo del universo Marvel. Los comienzos de Warren Worthington como el vigilante Ángel y sus primeros encuentros con Magneto, la manifestación definitiva de los poderes de Jean, los problemas de la “salida del armario” del otrora popular en su escuela Hank McCoy o los primeros ataques de los Centinelas -que, como nota aparte y para los amantes de la continuidad, no fueron creados hasta meses después de la creación de la Patrulla-X como grupo superheroico- son tratados de manera brillante por el equipo creativo de la propuesta y ofrecen a los fascinados lectores una nueva versión de los inicios mutantes.
Como punto negativo, comentar que la lentitud de Rude obligó a la editorial -eran tiempos diferentes y nadie se planteaba retrasar un poco el título para asegurar la homogeneidad del arte- a fichar a otros dos dibujantes para finalizar la historia con resultados dispares. Paul Smith consigue mimetizarse con el estilo de Rude y ofrecernos un capítulo que no desentona con la estética de la serie pero, desgraciadamente, un joven Esad Ribic muy alejado de su particular estilo posterior no consigue captar la magia creada por Casey y Rude y nos ofrece un final algo deslucido para una historia tan interesante como es la que nos ocupa.
Aún así, un tomo para disfrutar de manera pausada y que no debe faltar en vuestras bibliotecas.
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