La Espada Salvaje de Conan: Barbarie en blanco y negro
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En su condición de nueva detentadora de los derechos de los cómics del personaje, Panini Comics amplía su oferta editorial sobre Conan añadiendo a su catálogo una reedición en formato tomo de La Espada Salvaje de Conan, la cabecera originalmente publicada por Marvel que marcó un hito editorial tanto en la trayectoria del personaje como en la industria del cómic USA y cuyo impacto fue mucho más allá de las fronteras de esta.
Como ya comentamos en su momento, la adaptación a viñetas del personaje creado por Robert E. Howard con la serie Conan el Bárbaro en 1970 fue un éxito fulgurante que ni sus propios responsables esperaban. Tanto que poco después inevitablemente Marvel propuso a Roy Thomas (guionista y editor responsable de dicha adaptación) prolongar ese éxito mediante una segunda cabecera. Pero lo verdaderamente interesante consistía en las características editoriales de la misma que la convertían en una publicación muy distinta de su predecesora. Aprovechando el auge de las revistas de cómic adulto así como el bagaje pulp del material original, Marvel decidió que esa segunda serie del personaje no sería publicada en formato cómic a todo color, sino en formato revista en blanco y negro. Un matiz diferencial pequeño pero de enorme importancia ya que, debido a una suerte de vacío legal, las historias publicadas en dicho formato no estaban sujetas al control y censura del entonces poderoso Comics Code. Ello abría la puerta a realizar historias de contenido más explícito, permitiendo a sus responsables ser mucho más fieles a la prosa de los relatos literarios originales que Howard había escrito en los años treinta.
Inicialmente a través de Magazine Management (sello de Marvel dedicado a publicaciones en formato revista como Deadly Hands of Kung Fu, Vampire Tales y Marvel Preview), en 1974 se publicó el primer número de La Espada Salvaje de Conan firmado por Roy Thomas y John Buscema, el mismo equipo creativo que en paralelo seguía ocupándose de Conan el Bárbaro. Pero ya desde esa primera entrega ambos autores procuraron marcar una serie de diferencias temáticas y estéticas entre ambos títulos. Mientras que la serie original iba narrando las aventuras del personaje de forma cronológica, comenzando con su juventud y centrándose en las aventuras vividas durante su veintena, La Espada Salvaje... mostraba a un Conan más maduro en torno a sus treinta y/o cuarenta años, lo que convertía la nueva cabecera en una suerte de secuela en paralelo de la previa. Y si en El Bárbaro se procuraba hilar de manera más o menos directa las sucesivas historias, añadiendo para la ocasión argumentos originales creados por el propio Thomas, La Espada Salvaje… prefería presentar historias más o menos independientes de uno o varios números centradas en adaptar relatos y novelas del personaje, incluyendo tanto los originales firmados por Howard como otros escritos por sucesores de este como L. Sprague de Camp, Lin Carter o Andrew Offut. Adaptaciones que, aprovechando una mayor libertad creativa, no dudaban en mostrar a un Conan mucho más ambiguo moralmente y sin escatimar detalles referidos a sexo y violencia.
A grandes rasgos la cabecera contó con una primera etapa donde Thomas adaptó historias capitales del personaje como El Coloso Negro, Nacerá un Bruja, La Hora del Dragón, Las Joyas de Gwahlur, El Estanque Negro, La Ciudadela Escarlata, El Diablo de Hierro, MasAallá del Río Negro, El Tesoro de Tranicos e incluso una segunda versión de La Torre del Elefante (previamente adaptada en las páginas de Conan el Bárbaro). Historias dibujadas principalmente por un John Buscema entusiasmado con el personaje pero a quien la apretada agenda que suponía dibujar varias series mensuales le obligaba ocasionalmente a limitarse a realizar los bocetos, delegando el acabado final en hábiles colaboradores como Alfredo Alcalá, Tony DeZuñiga, Sonny Trinidad y Pablo Marcos que con sus tintas realzaban con marcado detalle los lápices. Aunque Buscema y sus entintadores marcaron a fuego el apartado gráfico (hasta el punto de moldear la imagen canónica que la mayoría de lectores tienen en mente cuando se menciona al protagonista), la serie también gozó ocasionalmente de la presencia de otros dibujantes ilustres como Neal Adams, Esteban Maroto e incluso un Barry Windsor-Smith que regresaba aquí brevemente al personaje que le había dado la fama mediante una nueva versión sin censura de su adaptación de La Hija del Gigante Helado. Un apartado redondeado por unas espectaculares portadas pintadas obra firmadas por ilustradores como Boris Vallejo y Joe Jusko que recordaban intencionadamente a las realizadas por Frank Frazetta para la reedición de las novelas del personaje en la década en los años sesenta y cuya fuerza visual captaba rápidamente la atención del lector en los puestos de venta.
En 1981 la serie dio un vuelco creativo tras la marcha de Roy Thomas a DC Comics, quedando desde entonces los guiones en manos de escritores como Michael Fleisher, Don Krarr y Chuck Dixon. En esta nueva etapa las adaptaciones literarias se redujeron drásticamente en favor de argumentos originales, planteando historias con cierta continuidad (como la recurrente trama que enfrentaba a Conan con una secta de asesinos llamada La Hermandad del Halcón), aumentando aún más la acción y añadiendo al protagonista dosis de humor negro muy en la línea de los antihéroes de la época. Una etapa que seguía contando con Buscema en su apartado gráfico, pero ahora alternándose de manera regular con dibujantes de nuevo cuño como Val Mayerick, Gary Kwapisz y Mike Docherty.
Llegada la década de 1990 el cambio de modas y el desgaste empezaron a hacer mella en los cómics del personaje y las ventas comenzaron a descender progresivamente. Ni siquiera el regreso de Thomas fue capaz de levantar de nuevo una serie que acabó siendo cancelada en 1995 con el #235 en portada. Curiosamente ese declive del personaje en EE.UU. no se correspondía con el mercado europeo, donde su popularidad y ventas se mantenían tan sólidas como un roble. Tal era la pasión por los cómics del bárbaro entre lectores del viejo continente que la propia Marvel encargó a su filial italiana la creación de un nuevo volumen de La Espada Salvaje... publicado inicialmente en exclusiva para países europeos como la propia Italia o España. Incluso cuando esta nueva cabecera fue cancelada tras apenas una docena de entregas el título seguiría manteniéndose con vida en dichos mercados a través de continuas reediciones que mantenían vigente a un personaje que pasaría la siguiente década en el limbo editorial.
Reeditada en EE.UU por Dark Horse (poseedora de los derechos para cómic del personaje a partir de 2004) en una edición de veintidós tomos que seleccionaba las mejores historias publicadas en sus páginas, en 2018 Marvel recuperó los derechos y con ellos dio luz verde a una nueva cabecera con el título de La Espada Salvaje de Conan, esta vez en forma de antología por la que que van rotando diferentes diversos equipos creativos. Una nueva cabecera que en uno de esos caprichos editoriales de la edición patria ahora comparte estantería con su ilustre predecesora. Un detalle que, comparaciones odiosas aparte, permite apreciar de nuevo una obra cuya importancia en el cómic USA nunca ha sido todo lo bien consideraba que se merece.
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