All-Star Superman: Los doce trabajos del hijo de Krypton
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Aunque DC Comics parezca no tener muy clara la línea editorial de su sello Black Label (empezó como una lanzadera de proyectos especiales fuera de la continuidad, pasó a incluir títulos de la extinta Vértigo y actualmente es un cajón desastre que mezcla todo lo anterior con nuevas ediciones de viejas obras en formato lujo), es innegable que la editorial busca asociar el nombre de dicho sello con su estándar de calidad más alto aunque sea a posteriori. Ello explica su reciente edición de All-Star Superman, maxiserie donde Grant Morrison y Frank Quitely muestran una versión del Hombre de Acero y su mitología tan innovadora como respetuosa, capturando la quintaesencia del personaje como pocos lo han hecho a lo largo de sus noventa años de existencia.
El origen de este proyecto se remonta a finales de los noventa, cuando tras unos años bastante áridos creativamente Morrison presentó una propuesta para relanzar las entonces cuatro cabeceras regulares de Superman junto a Mark Waid, Mark Millar y Tom Peyer. Dicha propuesta no buscaba hacer borrón y cuenta nueva sino volver a las raíces del personaje, desempolvando y renovando todos y cada uno de los elementos aportados a lo largo de su larga trayectoria (pre y post Crisis en Tierras Infinitas) en un todo único y coherente. Pero pese a lo atractivo del asunto y los nombres vinculados al mismo los editores de DC Comics vetaron el proyecto optando por algo más sencillo y con un enfoque más actual. Sin embargo, la idea siguió dando vueltas dentro de la cabeza del guionista incluso tras su marcha a Marvel poco después. Tanto que cuando en 2006 la editorial le propuso lanzar el sello All Star DC Comics –una iniciativa editorial no atada por la continuidad y teóricamente pensada para competir con la línea Ultimate de Marvel), Morrison vio la oportunidad que esperaba para materializar todas esas ideas que había ido almacenando en su cabeza sobre el personaje.
A diferencia de su polémica compañera de línea editorial –All-Star Batman & Robin de Frank Miller y Jim Lee- o de la mentada línea Ultimate, All-Star Superman no es un reinicio ni tampoco una revisión del origen del último hijo de Krypton. De hecho la serie comienza con Superman ya establecido, con varios años de actividad a sus espaldas, sus secundarios ya presentados y sus papeles perfectamente definidos respecto al protagonista. Así un Lex Luthor excarcelado por el gobierno a cambio de poner su ingenio al servicio del país utiliza su posición para sabotear la expedición al Sol del excéntrico científico y filántropo Leo Quintum, contando con que serán salvados por Superman. Y al hacer tal cosa el Hombre de Acero recibe una sobredosis de radiación solar que multiplica sus poderes pero a la larga acabará por matarle. Consciente de su inminente muerte, Superman decide cerrar sus asuntos revelando por fin su identidad secreta a Lois Lane y emprendiendo una serie de tareas que espera beneficien al mundo tras su muerte.
El guión de Grant Morrison parece tomar como principal referencia al Superman casi omnipotente de la Edad de Plata marcado por las directrices del editor Mort Weisinger y el diseño visual de Curt Swan. Una versión del personaje dotada de una personalidad luminosa e inocente y a cuyo trasfondo comenzaron a añadirse por primera vez elementos como la Fortaleza de la Soledad, la Zona Fantasma, los robots ayudantes y personajes como Bizarro, Krypto o Supergirl. Elementos que retrospectivamente han sido recibidos de forma desigual y no necesariamente benigna tanto por los lectores como por posteriores autores. Morrison sin embargo los abraza sin complejos, regodeándose en el sentido de la maravilla y potenciándolo con sus propias ideas. Ideas que si bien encajan en la vena más experimental del autor de la Patrulla Condenada y Los Invisibles -los surrealistas experimentos de Quintum y su organización; el guiño metanarrativo a la creación del propio Superman por Jerry Siegel y Joel Shuster en el #10- son presentadas mediante una narración mucho más clara, aparentemente sencilla y perfectamente digerible tanto por el lector más veterano como por el neófito, el cual a su vez también reconocerá referencias hacia las diferentes versiones cinematográficas y televisivas del personaje.
Una labor minuciosa a la hora de sintetizar la esencia del personaje a lo largo de toda su trayectoria que tiene su reflejo en los lápices de un Frank Quitely que trufa de detalles cada viñeta, empezando por la propia complexión musculosa e imponente de Superman y su contraste con el torpe y bonachón Clark Kent. Los diseños del planeta Bizarro, las imponentes salas de la Fortaleza de la Soledad y sus excéntricas galerías de recuerdos –que incluyen un reflotado Titanic (sic)-, el interior de la ciudad embotellada de Kandor, la caracterización de los miembros del Daily Planet, los diseños de los diferentes Supermanes de la corriente temporal… todo suma en una labor que alterna ilustraciones de gran impacto a toda página, como la que abre el primer número con Superman sobrevolando la superficie del Sol, con enrevesadas planificaciones de pagina como el paseo de Luthor por la cárcel con las viñetas organizadas en torno a una escalera central, convirtiendo el resultado en una pieza de orfebrería de la que se extraen nuevos detalles con cada relectura.
Planificada milimétricamente a lo largo de sus doce entregas, cada una de ellas resulta en una pieza sublime que puede disfrutarse por sí misma abordando un aspecto concreto del personaje: la relación entre Clark y Lois y el cambio que supone la revelación del secreto del primero; el importante papel que el excéntrico y aparentemente inofensivo Jimmy Olsen juega en la mitología del héroe; el flashback vía bucle temporal a la época de Smallville y el papel de Pa Kent en la génesis del héroe; la peculiar visión del mundo de Lex Luthor y como su prodigioso ingenio resulta ser su mayor virtud y su mayor defecto al mismo tiempo; la visita al mundo Bizarro y la triste historia de Zibarro, el único bizarro normal en un mundo al revés… a lo largo de la serie caben historias que van desde eventos a gran escala como invasiones alienígenas o ataques de saurios del centro de la Tierra (sic) a pequeñas proezas como la visita del héroe a niños enfermos o la emotiva charla con una adolescente suicida a punto arrojarse al vacío.
Detalles grandes o pequeños que dejan claro que Superman es mucho más que un héroe. Es un icono. Un arquetipo. Un ideal en el que reflejarnos para sacar lo mejor de nosotros mismos. Y pocas obras han sabido exponerlo de forma tan clara y rotunda, con tanta sencillez y tanto alcance como la que nos ocupa. Todo ello dando una lección de las posibilidades expresivas de la viñeta como medio narrativo y sin disculparse ni pedir permiso por servirse de un género tan popular como el de los superhéroes para hacerlo. Pese a lo mucho que se ha devaluado la etiqueta de “obra maestra” por su (ab)uso desmedido pocas de las producidas dentro del cómic USA de los últimos años son realmente merecedoras de ella como esta que nos ocupa.
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