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Constantine: The Hellblazer Comic Digital
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Constantine: The Hellblazer

Se acabaron los superhéroes para Constantine

Un artículo de Javier Jiménez Jiménez - Introducido el 08/03/2021

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Creo que nadie se sorprenderá si abro esta crítica afirmando que no somos fans de la descafeinada versión mainstream de John Constantine con la que DC nos ha estado castigando estos últimos años. La popularidad del personaje había llevado a la editorial a intentar convertirlo en un personaje para todos los públicos que asegurara su “correcta” sobreexplotación y que exprimiera al máximo las capacidades monetarias de la creación de Alan Moore. Sin embargo, estos cambios traían consigo algo que no parece que los mandamases DC tuvieran muy en cuenta: la completa destrucción de la misma esencia de este subversivo personaje y su conversión en poco más que una caricatura de una de las más celebradas y necesarias figuras de la historia del cómic.


Al despojar a Constantine de sus elementos sociales y políticos, el personaje perdía toda su fuerza y razón de existir. Los elementos sobrenaturales y mágicos de Hellblazer existían como un reflejo de las problemáticas reales de nuestro mundo y la sociedad en la que vivimos, otorgando a las historias del título una importancia y envergadura pocas veces vistas en otra propuesta del mundo de la viñeta. Los demonios, brujos y hadas que aparecían en sus páginas servían a sus guionistas para denunciar y exponer los males reales de nuestra existencia y los niveles de lectura de cada una de sus entregas se amontonaban hasta crear una experiencia única rica en matices, dobles sentidos e irónicos paralelismos.


Afortunadamente y como correspondía a un personaje tan rompedor como nuestro protagonista, nada podía mantenerlo alejado de los problemas y su viaje por los rincones superheroicos de la editorial tenía que llegar a su fin. Si el anterior volumen ya arrancaba a este bastardo del yugo pijamero, ECC presenta ahora el último tomo antes de la llegada de la versión Black Label del personaje que, pese a quien pese, no es otra cosa que el sello Vertigo reconvertido en nueva línea editorial y aderezado con versiones adultas de los más populares personajes de la casa.


Ming Doyle y James Tynion IV -al que le perdonaremos sólo un poco lo que hizo en el anterior volumen- serán los responsables de esta nueva etapa de las aventuras de Constantine y nos ofrecerán un ramillete de historias que parecen arrancar a nuestro investigador favorito de la monotonía en que existía en los últimos años. En las páginas de esta propuesta Constantine se enfrentará a amenazas que van desde un monstruo capaz de “matar” a los fantasmas que acompañan a nuestro protagonista debido a las malas decisiones de su vida, hasta a una nueva fuerza demoníaca que planea hacerse con el control del infierno y ofrecer su poder a la humanidad a cambio de almas, consiguiendo en estas páginas recuperar algo de la esencia real del personaje y ofreciendo a los lectores inquietantes momentos que formarán parte de nuestras pesadillas durante bastante tiempo.


El genial Riley Rossmo (Deathbed: Lecho de Muerte, Liga de la Justicia: Sin Justicia) será el principal ilustrador de esta etapa con un estilo dinámico y personal que confiere a la colección una estética diferente e innovadora que va como anillo al dedo al título. Lástima que este magnífico ilustrador deba ser reforzado en los capítulos finales por un correcto Travel Foreman (Animal Man) y Eryk Donovan, quizás la peor elección del volumen debido a su trazo abiertamente cartoon y carente de la fuerza necesaria para la gravedad que intentan destilar los guiones de Doyle y Tynion IV. Cabe mencionar los números ilustrados por Vanesa R. Del Rey que nos ofrecen un retorno al pasado de Constantine y consiguen captar esa perversión ochentera de los antros musicales que podían solicitar los acordes punk de Membrana Mucosa.

En resumen, un interesante tomo que intenta escapar a las ataduras mainstream de los últimos años de existencia de nuestro bastardo favorito y que incorpora interesantes elementos al pasado y presente de Constantine, gracias a la inclusión de acertados secundarios, vertiginosos guiones y un nuevo interés romántico que se convierte uno de los puntos fuertes de esta etapa.


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