La Atalaya del Vigía - EC Comics: El terror que sobrepasó la viñeta Diábolo recupera la imprescindible Tales from the Crypt
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Este mes de mayo Diábolo Ediciones incluye entre sus novedades el primer volumen de Tales from the Crypt, lujosa reedición por primera vez en castellano a color y en gran formato de la serie señera de EC Comics, la añeja editorial que mediante esta y otras cabeceras de diferentes géneros marcó un antes y un después en la historia del cómic. No solo por la calidad de sus historias obra de uno de los listados más prestigiosos de cuantos ha dado el cómic USA, sino también por su repercusión e influencia tanto dentro del mundo de las viñetas como fuera de este no siempre en términos positivos.
EC Comics (versión abreviada de Entertaining Comics) fue fundada en 1944 por el editor Max Gaines con vistas a publicar títulos de carácter infantil y educativo. Pero el verdadero despegue de la compañía vino en 1950 cuando, debido al prematuro fallecimiento de Max, su hijo William Gaines se hizo cargo de la empresa. Mano a mano en labores de edición con artistas como Harvey Kurtzman y Al Feldstein, Gaines hijo dio un giro completo a la línea editorial de la empresa con una nueva línea de cabeceras que, en formato de antología de historias cortas de publicación bimestral, cultivaban géneros como el terror (The Haunt of Fear, The Vault of Horror, la citada Tales from the Crypt), la ciencia ficción (Weird Science, Weird Fantasy), el bélico (Two-Fisted Tales, Frontline Combat), la intriga criminal (Crime SuspenStories, Shock SuspenStories) y el humor (Mad, Panic).
Nada a priori especialmente original pues con el género de los superhéroes en declive tras el fin de la IIª Guerra Mundial la mayoría de editoriales de cómics estadounidenses habían ido reciclando sus publicaciones para acoger otro tipo de historias. Sin embargo lo que distinguía a las publicaciones de EC de sus competidoras era el tono macabro, irónico y abiertamente crítico de sus historias. Unas historias que bajo la coartada de la ficción señalaban y ridiculizaban abiertamente la hipocresía de las convenciones sociales de la época y las contradicciones del ese idílico concepto llamado American Way of Life. Así los protagonistas de sus tramas de crímenes y terror se alejaban del arquetipo de héroe idealista e incorruptible para revelarse como crueles y egoístas individuos cuyo trágico destino solía ser fruto de sus propias malas acciones y no de los monstruos y malhechores con los que se cruzaban. Sus relatos bélicos invertían los discursos patrióticos para denunciar las miserias del estamento militar y la inutilidad de las guerras. Sus historias fantásticas utilizaban a seres alienígenas, robots y criaturas inhumanas para señalar sin apenas disimulo temas como el racismo, el sexismo o el uso de drogas. Y sus publicaciones humorísticas se dedicaban a ridiculizar con pelos y señales a personajes famosos, agrupaciones políticas y movimientos sociales de toda clase y condición.
Dentro de la manga ancha permitida en lo creativo existían sin embargo una serie de constantes a la hora de pergeñar las historias a publicar. Además de una extensión siempre inferior a diez páginas, uno de los mecanismos narrativos más comunes era el de culminar los argumentos con un giro argumental lo más cruel e irónico posible. Asimismo las cabeceras dedicadas al terror contaban con una suerte de narrador fijo (El Guardián de la Cripta, El Guardián de la Bóveda, La Vieja Bruja) que abría y cerraba cada historia dirigiéndose directamente a los lectores y comentando irónicamente lo acontecido en la misma.
Ese oasis de creatividad se completó con una pléyade de guionistas y dibujantes que además de los citados Kurtzman y Feldstein incluía nombres como Al Williamson, Wally Wood, Joe Orlando, Johnny Craig, Graham Ingels, Bernie Kirgstein, John Severin y un primerizo Frank Frazetta entre otros. Artistas con un trazo detallado, una gran versatilidad narrativa y una osadía creativa inéditas a las que cabe sumar el nombre del reputado novelista Ray Bradbury quien, cautivado por el estilo de la editorial autorizó a esta la adaptación de varios de sus relatos de ciencia-ficción. EC destacó asimismo en el reconocimiento de sus autores, acreditando de forma completa sus trabajos y propiciando la disparidad de estilos gráficos de cada uno de ellos. Una postura empresarial inusual frente a la política editorial habitual de la época en otras editoriales, donde se publicaban trabajos bien de forma anónima, bien acreditados falsamente a nombre de otro artista ya consagrado cuyo estilo los editores obligaban a imitar.
Semejante combinación de libertad y talento supusieron un éxito inmediato que situó a los títulos de EC entre los más vendidos de la época. Por desgracia ese río de calidad historietística fue cortado de cuajo tras apenas cinco años de existencia. En 1954 la publicación del libro La Seducción del Inocente por parte del psiquiatra Fredric Wertham generó un sonoro revuelo social en torno a los cómics y su posible influencia nociva entre la juventud que constituía su principal público. Los títulos de EC, con su ácida carga crítica y maneras incómodas, fueron rápidamente señalados como los principales responsables de tan perniciosa influencia. Dicha situación fue aprovechada por diversos sectores conservadores de la sociedad estadounidense que usaron su influencia política para censurar las posibilidades creativas e ideológicas del cómic como dos décadas antes habían hecho con el cine de Hollywood. Se impuso así el llamado Comics Code Authority conforme al cual las editoriales debían regular sus propios contenidos so pena de no poder publicar. Para EC Comics dicha imposición supuso un golpe mortal que eliminaba de cuajo las virtudes que habían originado su éxito. Así, apenas un año después, Gaines se vio obligado a cerrar todas sus cabeceras con la única excepción de Mad, que continuaría editándose con enorme éxito durante décadas.
Se puso así fin de forma prematura e injusta a una de las mejores épocas de la historia del cómic USA. Pero como sucedía en muchos de sus relatos de terror, el cadáver de EC seguía vivo dentro de su tumba al haber dejado una huella indeleble en toda una generación de lectores que años después destilarían la misma tanto en los cómics como en otros medios. John Carpenter (no por casualidad autor del prólogo del primer volumen), Stephen King, George A. Romero -que rendirían un estupendo homenaje a sus lecturas de adolescencia con Creepshow (1982)-, Bernie Wrightson o Steve Niles son algunos de esos antiguos chicos “pervertidos” por la lectura de aquellos cómics que se plantaron la semilla de su posterior obra.
En la década de los sesenta editoriales como Warren Publishing recogieron el testigo de EC (recuperando incluso a varios autores provenientes de aquella) mediante títulos como Creepy, Eerie o Vampirella, sorteando la censura mediante el tecnicismo que suponía publicar en formato revista en lugar de formato comic-book. Una práctica a la que incluso grandes compañías como DC y Marvel se sumarían mediante cabeceras como House of Secrets o Dracula Lives!. El cine y la televisión recuperarían los macabros relatos de la editorial en los años setenta mediante dos producciones cinematográficas de la productora británica Amicus Productions y ya en los noventa mediante Historias de la Cripta (HBO, 1989-1996), exitosa serie televisiva que, pese a su título, también adaptaba relatos de otras cabeceras de la editorial y que a su vez dio pie a tres largometrajes. Los propios cómics, convertidos en objeto de culto y progresivamente reivindicados por posteriores generaciones, han conocido varias reediciones a cargo de diversas editoriales desde finales de los setenta hasta la actualidad, certificando la calidad de unos tebeos que, siete décadas después de su publicación original, continúan manteniendo un nivel de virtuosismo y osadía que puede mirar sin pestañear a cualquier obra actual y que es obligado (re)descubrir gracias a esta nueva oportunidad editorial.
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