Spawn-Batman

Frank Miller y Todd McFarlane juntos en Gotham City

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Corrían los alucinantemente escandalosos 90 cuando el mundo del cómic recibió la estrepitosa noticia de que dos de sus más célebres creadores habían decidido unir a dos personajes en lo más alto de su fama.

En un esquina encontrábamos a Batman, el justiciero urbano más famoso de la viñeta que contaba con millares de recomendables títulos a sus espaldas, un par de colosales triunfos cinematográficos y una galería de villanos que envidiaban todos los demás héroes del noveno arte. En la otra teníamos a Spawn, personaje nacido de la corriente imperante en estos años que aseguraba que lo importante era el dibujante y que protagonizaba un título que vendía millares de ejemplares con cada nueva entrega. El antiguo operativo de la Agencia Central de Inteligencia había muerto en acto de servicio para ser devuelto a la vida por siniestras fuerzas demoníacas antes de, como su contrapartida gothamita, convertirse en vigilante urbano y protector de los desvalidos gracias a sus inexplicables (de verdad, que alguien me explique los poderes de este tipo…) capacidades metahumanas.


Para terminar de caldear el mercado y, sobre todo, a los especuladores, los creadores de la propuesta serían el famoso Frank Miller -culpable de algunas de las más celebradas y adultas versiones de Batman gracias a Año Uno o El Regreso del Señor de la Noche- y el megaventas Todd McFarlane -que había alcanzado a la fama gracias a las posturas imposibles de su Spiderman y creado a Al Simmons para su primera propuesta en la recién creada Image Comics. Resumiendo, que las editoriales iban a por todas con esta propuesta nacida para hacer palidecer cualquier otro título que se atreviera a entrar en las librería especializadas al mismo tiempo.

¿La historia? Bueno, eso era lo de menos. Pongamos que una serie de desapariciones entre los sin techo de Gotham y la investigación de Batman tras la llegada de unos siniestros ciborgs asesinos podía dar el pistoletazo de salida para asegurar el festín de malentendidos, mandíbulas apretadas, explosiones y egos superheroicos que se nos venía encima. Además, el origen esotérico y carácter más bien tosco de Simmons aseguraba su instantánea enemistad con el Caballero Oscuro y permitía a Miller regalar a los lectores un buen número de explosiones, puñetazos y bataranes a la cara en las páginas que componen este extrañamente atrayente y altamente ridículo relato noventero.