Batman-Spawn

Juntos de nuevo por primera vez tras casi 30 años

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Vivimos tiempos gloriosos para la nostalgia. Cualquier serie, película o tebeo que contara con la popularidad suficiente -o la capacidad de establecer nuevos universos explotables por las macroempresas- es susceptible de gozar de un retorno al primer plano para deleite de los aficionados que lo encumbraron. De hecho, este posible regreso no tiene nada que ver con la calidad de la propuesta, sino con su habilidad para haber escapado al olvido y disfrutar de los suficientes fans con voz en los foros digitales como para crear un pequeño clamor por su vuelta a la cultura popular.

De esa manera, los encuentros de dos de los más populares personajes comiqueros del mainstream estadounidense se habían saldado con suficiente éxito -de público, porque hay que reconocerles algunas deficiencias a nivel argumental- como para llevar años intentado poner en marcha una tercera unión entre el justiciero gothamita y el mercenario convertido en vengador infernal.

La primera de esta propuestas nos presentaban una historia creada por los célebres Chuck Dixon, Doug Moench y Alan Grant que bebía directamente de esa corriente siniestra fascinada con el ocultismo que campaba a sus anchas en los 90, lo que casaba a la perfección con un personaje como Spawn. Ayudados por el oscuro arte de Klaus Janson, los guionistas nos sumergían en una Guerra Diabólica -¿ves lo que hemos hecho? Hemos utilizado el título del especial como parte de la frase y así… Bueno, da igual…- que enfrentaba a los dos héroes y permitía a las dos editoriales ganar el suficiente dinero para plantear una segunda entrega.


Para esa continuación, se fichó al brutalmente popular Frank Miller y al mismísimo creador de Spawn con la sana intención de disparar las ventas del título. Por supuesto, el objetivo se consiguió con creces y el título contó con un éxito sin precedentes. La aventura resultante es hija natural de las corrientes creativas imperantes a finales de los 90 y, a pesar de sus excesos y desfases, se puede leer perfectamente en los tiempos que corren. Además, hay que decir que Todd McFarlane fue fiel durante mucho tiempo a la conclusión de este relato e hizo que Al Simmons portara la cicatriz de su batalla final con Batman en su propia colección.

Saltemos ahora treinta años en el futuro hasta el presente con McFarlane convertido en un empresario de éxito con su empresa de juguetes y entretenimiento. Las consabidas diferencias creativas y los egos involucrados han imposibilitado la aparición de más especiales como los comentados pero, gracias al bondadoso destino y el omnipotente dólar, McFarlane consigue desbloquear su idea para un nuevo proyecto con los justicieros comiqueros. Sin embargo, una empresa de esta envergadura consumiría mucho tiempo de su apretada agenda y decide entregar los lápices a Greg Capullo, uno de sus más aventajados alumnos que, tras encontrar un estilo propio, se ha labrado un sitio en la industria y tiene una fuerte vinculación con los dos personajes de este proyecto.


Para la ocasión, McFarlane nos presenta una aventura que vuelve a reunir a los protagonistas por ¿primera vez? y que tiene al siniestro Tribunal de los Búhos como antagonistas principales. Un elaborado plan busca enfrentar a los héroes para destruirlos haciendo creer a Spawn que Batman es el verdadero culpable de la muerte de Wanda, su esposa, y que tiene encerrada su alma para evitar su descanso eterno.

El resultado es un tebeo entretenido sin muchas pretensiones que gustará a los fans de los personajes protagonistas y que, aunque se vende como un especial autoconclusivo, deja múltiples incógnitas abiertas para asegurar su continuación en el futuro. Esperamos que antes de que pasen otros treinta años…