Marvel Must-Have - Hulk: Gris Simplificando (aparentemente) el origen del mito
Dentro de su flamante línea Marvel Must-Have, que tantas alegrías está dando a los nuevos aficionados, Panini recupera este Hulk: Gris, uno de los proyectos del tándem formado por Jeph Loeb al guión y Tim Sale al dibujo, en los que, centrados en un personaje clásico de la editorial, se le daba este tratamiento del color, rescatando la esencia del héroe en cuestión, y creando desde el primero de estos proyectos una línea a seguir en cuanto a tono y enfoque de sus historias. Así, junto a los ya conocidos Daredevil: Amarillo, que narraba los primeros años del personaje, o Spiderman: Azul, centrada en la turbulenta vida sentimental de nuestro amistoso vecino, llega el momento de que los autores viajen al año 1962, a la creación de Hulk, y aprovechen el color que tenía el personaje en sus primeras apariciones, para darle título y tono a la serie.
A los lectores más jóvenes, que se sorprenderán de encontrarse a un Hulk de color gris, les aseguramos que así fue en los primeros meses de aparición del personaje, que luego tomaba ese característico color verde que le ha hecho famoso. Bien es cierto que otros autores como Peter David jugaban a cambiarle de nuevo al gris en su periplo por la ciudad de Las Vegas, pero esa es otra historia, que dicho sea de paso, ningún lector debería perderse, aprovechando su reciente edición dentro de la línea Marvel Héroes. Volviendo al tomo que nos ocupa, Loeb y Sale recuperan la historia original, que nos contaran en su día los mismísimos Stan Lee y Jack Kirby, recuperando incluso las viñetas originales y algunos diálogos sacados de los cómics originales, para darles una perspectiva más amplia, ya que la historia se nos va a contar desde el presente, utilizando flashbacks en la narración.
Aunque Loeb aprovecha el material original para, con su habitual uso de los textos de apoyo, darnos una nueva perspectiva, es en el dibujo de Tim Sale donde encuentro los mayores argumentos para recomendar la compra del tomo. Y es que ese arte y el inteligente uso que hace de los colores, siempre intentando mantener la monocromía que dicta el título de la miniserie, nos deja un resultado impresionante, lleno de bellísimas imágenes, que casi podemos asegurar que funcionarían solas, sin la ayuda de los textos de apoyo y bocadillos, como sucede cuando una niña pequeña se cruza en el camino del gigantesco monstruo gris. Una historia autoconclusiva que nos lleva a los primeros momentos del personaje que, como sucede con el resto de proyectos de los autores, nadie debería perderse.
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