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Elektra Asesina: rompiendo las reglas de la viñeta

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 21/03/2012

Con motivo de la nueva edición en nuestro país de Elektra Assassin no está de más recordar una de las obras más rompedoras e interesante publicadas por Marvel durante la década de los 80.

Pongamos en situación. Es 1986 y hace cuatro años que Frank Miller se despidió de Elektra Natchios, su primera gran creación. Pese a la insistencia de los lectores, ansiosos de saber más acerca de la asesina ninja de origen griego, nadie parece poder, querer o atreverse a volver sobre el personaje. Ni siquiera Frank Miller, lanzado ya como uno de los autores punteros del cómic mundial. Sin embargo, Marvel le hace una oferta que no puede rechazar: recuperar al personaje dentro de la línea Epic, sello editorial independiente caracterizado por una mayor libertad creativa y menor censura. El remate será contar en la parte gráfica con Bill Sienkiewicz, insólito dibujante cuyo rompedor estilo gráfico (Los Nuevos Mutantes) era la sensación del momento. Pese a que las expectativas eran altas, nadie estaba preparado para lo que semejante unión de autores, personaje y libertad creativa iba a dar como resultado.
En lo que posiblemente sea uno de sus trabajos más ambiciosos, Miller urdió una suerte de precuela que reescribe el origen del personaje y se ambienta en sus inicios como asesina mercenaria. Mientras realiza un asesinato político, Elektra se ve envuelta en una conspiración de su antiguos asociados, el clan ninja La Mano, para infiltrarse en el gobierno norteamericano y desencadenar la IIIª Guerra Mundial. El resultado es un espectacular y frenético thriller donde la acción más vistosa se da la mano con elementos de ciencia ficción (John Garrett, el cibernético aliado forzoso de la protagonista) y terror (la Bestia, el ente demoniaco al que sirve La Mano) con la política de la Guerra Fría y la era Reagan como telón de fondo. Transgrediendo las convenciones de la época, la obra hace gala de un atrevido nivel de sexo y violencia difícilmente posible en un cómic Marvel al uso. Asimismo, el guión contiene una calculada ambigüedad narrativa que en varias ocasiones nos hace cuestionarnos la veracidad de lo relatado (los poderes mentales de la protagonista, los distintos puntos de vista de la narración).

Esta ambigüedad es complementada y reforzada por un Sienkiewicz más desatado que nunca. A cada página, casi a cada viñeta, el ilustrador alterna estilos (hiperrealismo, caricatura, abstracción) y técnicas (lápiz, aerógrafo, collage) en un todo impactante e impredecible (como la secuencia donde Garrett es operado… ¡por una máquina de coser gigante!) pero extrañamente compacto. Los ocho números resultantes fueron un éxito que contribuyó a afianzar la creciente reputación de sus dos autores pero, inexplicablemente, esta obra nunca ha gozado del prestigio popular acorde a su calidad. Aislada de la continuidad Marvel (algo revisado a posteriori), menospreciada por parte de la crítica que se negaba a ver en ella algo más que un llamativo ejercicio de estilo e ignorada frente a obras posteriores que bebían de sus muchos hallazgos, Elektra Asesina es una rara gema que presenta una explosiva combinación de solidez narrativa y experimentación gráfica. Una suma que cogió a muchos con el paso cambiado por su habilidad para forzar los límites del medio.

Dotada de toda la espectacularidad y fuerza de una gran superproducción cinematográfica, no es extraño saber que durante los 90 Oliver Stone tanteó la posibilidad de adaptar esta historia al cine (grima da pensar lo que pudo ser y no fue semejante material en manos del autor de JFK y Asesinos Natos). Elektra Asesina es una obra que puede mirar a los ojos y sin pestañear a trabajos emblemáticos de su mismo autor -Return of the Dark Knight, Born Again- y época -Watchmen, American Flagg, Arkham Asylum, V de Vendetta-. Un cómic de los que crean afición y cuya lectura, tanto ahora como hace 25 años, es toda una experiencia a (re)descubrir.


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