Eso no es lo que vi en la pantalla
Aquellos lectores que estén siguiendo Miedo Encarnado se encontrarán con una gran sorpresa cuando vean su desenlace. Me refiero a Thor y su puesto como dios del trueno. Una idea inesperada pero inútil, pues el lector sabe que ese atrevido cambio de status quo del personaje nace con la fecha de caducidad ya marcada, privándolo de todo interés. Pero eso no se debe al efecto pendular (que también), sino a la inminente película de Joss Whedon sobre Los Vengadores que aguarda a la vuelta de la esquina.
Ya comentamos anteriormente las razones y los beneficios de la sinergia entre comic y cine. Sin embargo, ambos medios no son lo mismo y, por mucho que nos duela, su consideración tampoco lo es. Y es que el alcance y repercusión en la gran pantalla de un personaje de cómic puede acabar por condicionar su rumbo en el mundo de las viñetas, independientemente de si es conveniente o no respecto a lo que se está haciendo en ese momento.
Uno de los mejores ejemplos de este tipo de maniobras lo supone la alabada etapa de Capitán América por Ed Brubaker. Tras resucitar a Bucky, matar a Steve Rogers y que los lectores le aplaudiesen en lugar de pedir su cabeza, Brubaker realizó el más difícil todavía: convertir a Bucky en el nuevo Capitán América y mantenerle en el papel, sin que nadie eche de menos como tal a un resucitado Steve Rogers. Finalmente el personaje original acabó volviendo a vestir el uniforme, justo a tiempo para la película dirigida por Joe Johnston. ¿Casualidad? No. Más bien en Marvel pensaron que el espectador que quisiese leer algo sobre el personaje no aceptaría encontrar a otro tipo bajo el uniforme. Daba igual la calidad del trabajo de Brubaker o que éste pudiese dar mucho más de sí.
No hablamos aquí de simples cuestiones de entorno o fechas (como que el origen de Iron Man tenga lugar ahora en el Afganisthan actual y no en el Vietnam de décadas atrás), si no de características definitorias de los personajes como dotarle de poderes que jamás tuvo (caso de Blade, recreado por completo tras la cinta protagonizada por Wesley Snipes), alterar su imagen icónica (¿Qué Superman sin calzón rojo fue antes? ¿El de los Nuevos 52 o el que ya entonces preparaba Zack Snyder?), cambiar sus relaciones personales (Hellboy y su romance con Liz Sherman, inexistente hasta la pelicula de Guillermo del Toro) e incluso reescribir la cronología del personaje (siempre creeré que las películas de Sam Raimi sobre Spiderman fueron el origen indirecto de la polémica “Un Día Mas”). Al menos el Nick Furia cinematográfico tiene su descargo en una versión alternativa.
No negaré que existen alteraciones cinematográficas cuyas virtudes pueden superar a la versión original en viñetas (caso de El Cuervo o Camino a la Perdición, cuyos guiones resultan más sólidos y redondos que los del cómic que adaptan) pero resulta enormemente frustrante que el material original, sin importar su calidad, pueda llegar a ser trastocado por el único motivo de adecuarlo a su versión en otro medio. Especialmente ahora que casi a cada adaptación parece hacerse tábula rasa, ignorando la entrega inmediatamente anterior como si jamás hubiese existido (personajes como Punisher, Hulk o el Motorista Fantasma van a reseteo por película). En un medio basado en la continuidad como es el cómic, ¿de verdad es beneficioso plegarse a unas directrices ajenas tan volátiles? Eso lleva a pensar en la proxima versión de Spiderman, donde la “nueva” chica del protagonista es Gwen Stacy. Siguiendo la lógica antes expuesta eso puede significar que… no. ¿No se atreverían a hacer algo así, verdad? ¿Verdad?
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