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Batman Año Uno: un origen de leyenda

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 08/04/2012

Durante la segunda mitad de los 80, el hombre murciélago protagonizó una serie de historias que remozaron su figura por completo. De entre todo ellos Batman: Año Uno cobraba especial significado por ser parte del plan de DC para revisar y actualizar el origen de sus principales personajes tras ese gigantesco lavado de cara llamado Crisis en Tierras Infinitas.



En el caso de Batman el encargado fue Frank Miller quien, además de ser uno de los autores más valorados del momento, había demostrado su gran pericia sobre el personaje con la superlativa Return of the Dark Knight. Pero esta nueva aproximación al personaje difería bastante con respecto a aquella. Si allí contaba la posible última historia de un Batman mayor, cansado y de vuelta de todo, aquí narra los titubeantes inicios de un personaje inseguro e inexperto pese a su determinación y con la intención de establecer un canon por el que tendrían que regirse todas las demás historias.

Tras los espléndidos resultados de su colaboración previa, Miller delegó la parte gráfica en David Mazzuchelli, un dibujante en su misma línea -pero con un poderío grafico mayor- que alcanzaría aquí su estilo más depurado. Su trazo engañosamente simple y con un ojo puesto en clásicos de la viñeta como Alex Thoth y Will Eisner se amoldaba al enfoque realista y plagado de sordidez urbana y moral planteado por Miller. Como su nombre indica, Batman: Año Uno es la historia del origen de un superhéroe pero tiene más en común con los thrillers policiacos y los ambientes de serie negra que el propio guionista explorará en Sin City. Buena parte de ese tono proviene del personaje de James Gordon, tan protagonista de la historia como el propio Bruce Wayne. El excelente desarrollo de ambos personajes, sus problemas personales y su lucha contra el crimen y la corrupción generalizada que imperan en la ciudad es el corazón de una obra en la que además también tienen cabida personajes como Catwoman, Harvey Dent o la familia mafiosa Falcone.



Publicada originalmente en Batman 404-407 USA (1987), podría decirse que Año Uno es como el buen vino: gana con el paso del tiempo. A título personal, cuando yo pude leerla tras el impacto que supusieron cosas como Arkham Asylum, me pareció un trabajo competente pero lejos de la espectacularidad lograda por Grant Morrison y Dave McKean. Sin embargo, varias relecturas después, la solidez de la obra de Miller y Mazzuchelli se mantiene como el primer día mientras que al vistoso espectáculo de luces y sombras de Morrison y McKean se le ve cada vez más la tramoya.



Pero la mejor prueba de la calidad de Batman: Año Uno descansa en su gran influencia. Más allá de su condición de nuevo canon, estableciendo la personalidad modelo de sus protagonistas, su tono realista/policiaco ha sido una influencia capital en posteriores etapas del personaje como las de Greg Rucka o Ed Brubaker. Por lado, el estilo grafico de Mazzuchelli se convirtió en modelo para numerosos dibujantes posteriores como Michael Lark, Cliff Chiang o los españoles Javier Pulido y Marcos Martin. Series tan prestigiosas como Legends of the Dark Knight (al menos en su primera época), Gotham Central, Catwoman (la etapa de Brubaker) o los trabajos sobre el personaje del dúo Jeph Loeb y Tim Sale derivan directamente de ella en argumento, estilo o ambas cosas. Editorialmente incluso implantó un modelo editorial a la hora de revisar el origen de un personaje, convirtiendo las palabras “Año Uno” en un subgénero en sí mismo. Eso por no mentar su influencia en las versiones cinematográficas (incluida una abortada versión de Darren Aronofsky) o su reciente y estimable adaptación animada. Poco más se puede añadir para una historia modélica e imprescindible. Tanto en su género como en el medio en general.


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