Los Vengadores: un blockbuster modélico.
A un tipo como yo le resulta difícil ver Los Vengadores (2012) e intentar no volver a sentirse como un niño (especialmente en escenas como el mano a mano entre Thor y Hulk). No obstante me he llevado las suficientes decepciones en adaptaciones cinematográficas y he visto el suficiente cine como para juzgar a una película por sí sola, independientemente de su fuente de inspiración, su presupuesto o el renombre de los implicados.
Dicho esto Los Vengadores resulta una película modélica por muchas razones. En primer lugar no es una historia de origen, con lo que se ahorra caer en lo que ha terminado convirtiéndose –por efecto acumulación- en una losa para el subgénero. Si, la cinta tiene el descargo de haber presentado ya a sus protagonistas en otras películas, pero logra tener entidad por sí misma y no sólo como parte de una saga. Si acaso su gran defecto es la servidumbre a la que ha sometido a las cintas previas, condicionándolas total o parcialmente como un mero prólogo.
Asimismo convierte en su principal virtud lo que podía haber sido su mayor defecto: al agrupar a tanto superhéroe, se corre el peligro de que se eclipsen los unos a los otros y/o de que uno convierta al resto en simples comparsas. El guión de Joss Whedon resulta ser todo lo contrario. Aquí el protagonismo reside en la suma de las partes, con todos funcionando como los engranajes de un reloj. Y aunque cada uno tiene su espacio y momento destacado, es la interacción lo que da sentido y fuerza a la historia (práctica habitual en Whedon, por otra parte). De esta forma tenemos un Robert Downey Jr. irónico pero sin ser un payaso (como era en Iron Man 2), un Nick Furia que al fin permite a Samuel L. Jackson ser un “badass” (véase la escena de los cromos), una Viuda Negra que ahora es algo más que un busto parlante, un Chris Evans creíble como líder de grupo sin que actores más resabiados se lo coman vivo, un Jeremy Renner que roba todas las escenas donde aparece (pese a ser “anulado” durante la primera mitad)…
Esa preocupación del realizador por los personajes es lo que eleva a la cinta por encima de la media del blockbuster palomitero que nunca deja de ser. El toma y daca entre ellos acaba adquiriendo la misma importancia e intensidad que las inevitables escenas de acción y efectos especiales. Así, secuencias como la discusión donde todos sacan los trapos sucios de los demás influenciados por Loki o la conversación/interrogatorio entre este último y la Viuda Negra acaban siendo tan destacadas y memorables como el ataque al helitransporte o la batalla final contra el ejército alienígena. Incluso un secundario como el agente Coulson deja de ser un mero recurso de engarce entre films para convertirse en un personaje de carne y hueso, consiguiendo con su breve cometido calar hondo tanto en los protagonistas como en el espectador.
Una de las críticas que se la han hecho a la cinta es su falta de una mayor profundidad emocional, de quedarse en el simple entretenimiento, citando generalmente a los Batman de Christoper Nolan en la comparación. A mi entender ambas opciones son válidas y compatibles. De hecho, demuestra lo poco desarrollado que está aún el subgénero del superhéroe cinematográfico. Es como comparar Arma Letal (1986) y Seven (1995) sólo porque ambas cuentan la historia de una pareja interracial de policías.
No todo es perfecto, claro. En los debe de la película están detalles tontos y/o resueltos deprisa y corriendo como la aparición de Thor en la trama, la resolución de la batalla contra el ejercito alienígena o que ni Tony Stark ni su sistema de seguridad sepan que los villanos se le han metido, literalmente, en casa. Problemas que no empañan el disfrute general que ofrece la película, tanto para el espectador ajeno como para el lector de cómic. Por mi parte espero con ansia la secuela (y más con la aparición sorpresa final). No creo ser el único.
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