Dragonball: Evolution Hasta las bolas del Dragón
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Tal vez por capricho del azar el lector se haya tropezado alguna vez, en uno de esos prolíficos canales locales de televisión abocados a la extinción con la llegada del TDT, con una película de (muy) bajo presupuesto basada en el manga más popular de todos los tiempos: Dragon Ball. La escasez de recursos dio lugar a un producto cutre que de pura pena despertaba simpatía y compasión en su infructuoso intento de adaptar el cómic original que con tantísimo éxito ha invadido las pantallas de todo el mundo en forma de serie animada.
Quince años después, tras multitud de rumores y planteamientos descartados, la Fox con los derechos en su poder puso en marcha una nueva versión cinematográfica que debía cumplir todas las expectativas, porque si una gran productora no aborda Dragon Ball con la ambición que merece, la probabilidad de que el resultado sea desastroso está prácticamente asegurada.
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Mal vamos cuando prácticamente el actor más conocido de la cinta es el Spike de Buffy Cazavampiros |
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Es un razonamiento lineal y lógico, al alcance de mentes sencillas, menos las de quienes se erigen como una especie aparte capaz de engendrar el mayor de los despropósitos. La cuestión es que los responsables de la cinta que nos ocupa tuvieron la brillante idea de poner esta jugosa franquicia en manos de James Wong, director cuyos credenciales podríamos encontrar al hacer la autopsia de Destino Final y El Único, pero por si semejante arranque no fuese suficientemente desalentador, el reparto contratado causaría las pesadillas de un enfant terrible onírico como Freddy Kruger. Mal vamos cuando prácticamente el actor más conocido de la cinta es el Spike de Buffy Cazavampiros, pero dentro de lo que cabe es una elección óptima en comparación con el irredimible sosainas fichado para protagonizar lo que dicen será, el cielo nos asista, una trilogía.
Éste da vida a un adolescente un tanto extraño, que no tiene amigos y no consigue integrarse entre sus compañeros de instituto. Está secretamente enamorado de una guapa chica de su clase a la que considera inaccesible y para colmo los chicos más populares le amargan la vida. Sabe que en su interior se encierra un poder con el que podría hacerles frente fácilmente, pero su anciano abuelo le ha educado para que no abuse de su fuerza y utilice su poder con responsabilidad. En su camino se topará un malvado ser verdoso con ansias destructivas que tratará de poner de su lado al joven protagonista.
Que levante la mano quien vea en esa descripción el argumento de Spider-Man. Ya podéis bajarlas (probablemente parar formar un corte de mangas hacia los cerebritos que han transformado a Son Goku en un descafeinado sosías de Peter Parker). Debieron pensar que repitiendo el patrón con tanto descaro emularían el apabullante éxito de la saga arácnida.
Sin embargo el tiro no les podía haber salido más por la culata, porque no heredan la gracia de Spidey y de paso dinamitan el manga original eliminando todo rastro de los elementos que lo catapultaron a la fama.
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Los detalles que intentan recordarnos que la película se basa en la obra cumbre de Toriyama son como un cosquilleo en la mente de un amnésico |
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Los detalles que intentan recordarnos que la película se basa en la obra cumbre de Toriyama son como un cosquilleo en la mente de un amnésico que ha olvidado su misma personalidad, la esencia de su propia persona. Sin ello es una sombra que vaga intentando recuperar su rumbo, pero si quienes le guían entorpecen su camino con ideas desafortunadas, no sólo no regresará a su punto anterior, sino que se sumirá en uno mucho más accidentado.
La película cuenta con un reparto carente de estrellas, pero sería salvable si el casting no hubiese sido tan flagrantemente incompetente excepto quizá en una Emmy Rossum que le pone entusiasmo a su Bulma. La sensación de ridículo, de vergüenza ajena en la más pura de sus manifestaciones, que desprende la cinta acapara la atención de un espectador al que ni siquiera agasajan con unos efectos especiales medianamente convincentes.
Además, da la impresión de que los propios responsables de esta insultante nube de topicazos quieren acabar cuanto antes sin desarrollar coherentemente el guión, a tenor de lo rápido que se van sucediendo las escenas para llegar cuanto antes a un desenlace que nos alivie el sufrimiento... sin siquiera llegar al minuto 90.
Con todo ello, es tanto el cutrerío e infantilismo que invaden el metraje que bien podríamos considerar al reparto, los efectos especiales, el argumento y el ritmo, los cuatro jinetes de un Apocalipsis en el que los señores ejecutivos de la Fox, en su miopía creativa, han desarmado un éxito asegurado hasta reducirlo a una de las mayores decepciones cinematográficas que uno pueda recordar.
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