El Príncipe Valiente Una aventura en nueve viñetas
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Tras la caída del Imperio Romano, un noble abandona Europa para buscar refugio en las islas británicas. Después de luchar denodadamente contra los nativos para desembarcar, le ceden un pequeño montículo en medio de las marismas. Cuando su hijo crece, desea atravesar el cenagal con el propósito de formar parte de la Corte del Rey Arturo. Ese es el principio de la historia del Príncipe Valiente, y a razón de tira dominical a la semana, desde su primera publicación en febrero de 1937, su progresión fue seguida con auténtica avidez por los lectores estadounidenses.
Harold Foster (1892-1982) estaba cansado ya de dibujar las tiras de Tarzán cuando le ofreció al magnate William Randolph Hearst, admirador suyo, un personaje propio. Las aventuras del Príncipe Valiente fueron la segunda colección de Foster, un hombre que empezó a dibujar a los 30 años. Antes había dedicado su vida a la navegación, la caza, la pesca, el boxeo y la búsqueda de oro. Lejos de suponer un lastre para su arte, todas estas experiencias están de alguna forma presentes en él, dotándole de una consistencia fuera de lo común.
¿Cómo se explica si no, que en nueve viñetas Foster fuera capaz de contar una aventura? Mucho se ha hablado de su dibujo, su detallismo, la gracilidad de sus figuras, los paisajes. Dedicaba cincuenta horas semanales a su página del domingo, documentándose para hacer una tira de periódico como pocos periodistas informan hoy sus noticias. Pero es que el dibujante poseía también el don de contar historias, y detalle a detalle armaba tramas y personajes con un rigor que ya casi nadie narra las aventuras. No es de extrañar, porque como ya hemos dicho, él las había vivido directamente.
La colección editada por Planeta, en la ya cuarta edición del Príncipe Valiente en España, reúne las tiras dibujadas por Foster, hasta 1971, en 26 volúmenes.
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