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A la Sombra del Patriarca

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 22/04/2009

Uncanny X-Men”, la colección madre de los mutantes de Marvel, alcanza las 500 entregas. Un largo trecho para la que llegó a ser la serie de comic de mayor éxito del mundo. A lo largo de sus 45 años de historia la serie ha tenido autores de lo más diverso y ha originado numerosas cabeceras paralelas de mayor ó menor fortuna.

Desde los creadores de los personajes originales (Stan Lee y Jack Kirby) a los actuales cronistas (Ed Brubaker y Matt Fraction), por la cabecera mutante han pasado etapas doradas (Roy Thomas y Neal Adams), renovaciones de conceptos (Lein Wein y Dave Cockrum), estrellas en su salto a la primera fila (John Byrne, Paul Smith, John Romita jr, Marc Silvestri, Jim Lee, Joe Madureira), periodos soporíferos y reiterativos (Scott Lodbell), intentos de novedad frustrados (Steven Seagle), entretenidas etapas de relleno (Alan Davis) y aproximaciones tan personales como renovadoras (Grant Morrison). Pero de todos los nombres relacionados con la “X” de Marvel sin duda uno sobresale: Chris Claremont.

Participando en los guiones desde el nº 94 (el primero tras el mítico “Giant Size X-Men" 1) hasta el 280, este guionista británico se mantuvo la friolera de 17 años a los mandos de la colección, convirtiendo a una cabecera que sobrevivía a base de reediciones de viejos episodios en la serie que todo aficionado DEBIA leer. Su habilidad para dotar a los personajes de una profundidad y personalidad bien definidas, su manejo combinado del drama (reconozcámoslo ya) más culebronesco, la acción más fantástica y la angustia más rabiosamente adolescente, unido todo ello a una gran simbiosis con sus magníficos compañeros dibujantes convirtió a “La Patrulla X” en el canon por el que se medía el comic americano desde mediados de los 70 hasta principios de los 90.

Pero también se puede morir de éxito. El de la serie fue tan espectacular que propició una riada de spin-offs, algunos con el beneplácito de Claremont (“Nuevos Mutantes”, “Excalibur”) y otros sin él (“Factor-X”, “Lobezno”) que llevaron a la entrada de nuevos guionistas y sobre todo, a un mayor control editorial de la gallina de los huevos de oro en detrimento del escritor, llegando a su punto más alto cuando los dibujos empezaron a primar sobre los guiones y éstos pasaron a ser una mera excusa para rellenar la viñeta con algo más que ilustraciones impactantes. Eso, unido al lógico cansancio tras tanto tiempo al pie del cañón, provocó que el llamado Patriarca Mutante abandonase a sus niños tras una aventura en la que se daba inicio a una segunda cabecera llamada, simplemente, “X-Men”.

Tras casi una década de travesía por el desierto, Claremont volvió, pero la falta de costumbre del autor y/o el cambio en los gustos del público dio pie a un poco memorable intento de renovación cara al nuevo siglo, algo que si logró Grant Morrison. Tras éste, llegó una tercera venida “claremontiana”, mucho más atinada gracias al buen entendimiento del autor con dibujantes como Alan Davis y Chris Bachalo, aunque la enésima renovación de la franquicia volvió a apearle. Sin embargo, coincidiendo con la celebración del nº 500, guionista y editorial se reservan una sorpresa. ¿Qué habría pasado si Claremont nunca hubiese dejado a los personajes después de aquel “X-Men” nº 3? La respuesta ya tiene nombre: “X-Men Forever”, colección donde Claremont gozará de total libertad y la duda de si será capaz de estar a la altura de sí mismo. Teniendo en cuenta los buenos momentos que nos ha regalado, al menos se merece el beneficio de la duda.

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